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domingo, 9 de junio de 2019

Poco es mejor que nada


            Cuando descubrimos la vida de fe nos alegramos y deseamos entregar más de nuestro tiempo para el servicio a Dios. Cada ser humano según su vocación y disponibilidad se involucra en la labor que la Iglesia posee. En el proyecto de vida cristiano, la Iglesia tiene un papel fundamental, es imposible completar una vida cristiana estando ajenos a la Iglesia como es imposible completarlo también estando ajenos a las necesidades sociales actuales.
            ¿Cómo comprometerse en este tiempo donde las distancias son tan largas, los trabajos tan mal remunerados y los individuos deben trabajar más para poder vivir?, ¿en qué momento podrán servir ó completar una agenda católica?, ¿Cómo no sentir frustración cuando los proyectos espirituales parecen no crecer?.
            En el libro del Génesis encontramos un versículo interesante para no perder la óptica; “Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo; “Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla” (Cap. 1:27,28). En el mundo judío este es el primer mandamiento de su ley; “sed fecundos”. ¿No podrá ser también parte de nuestros mandamientos?, y no solamente ese; sed fecundos y someter la tierra bajo la bendición de Dios viviendo en su gracia. Esto significa formar una familia y tener un trabajo que nos permita someter la tierra, producir y recibir remuneración.
            Un católico que forma una familia y posee un trabajo está integrando a su vida un proyecto bajo la visión de Dios; ser fecundos y someter la tierra. Trabajamos para someter la tierra. El trabajo es una de las encomiendas expresadas en los diez mandamientos del pueblo de Israel; “seis días trabajaras y el día séptimo es de reposo”. Al introducir un día para el descanso se imparte justicia y renovación de nuestra tarea laboral, es necesario el descanso.       
            En una era moderna como la nuestra no debemos olvidar esto para trabajar en nuestra familia y en los entornos laborales bajo los valores cristianos. El ser cristiano implica vivir en Dios, en su espíritu. Dios nos llama para obrar la caridad con los marginados –si podemos hacerlo hagámoslo- pero si nuestro trabajo nos lo impide ó nos limita, recordemos que Dios también nos llamo para trabajar, y, tales lugares también son sitios para obrar fraternidad.
            Termino con esta reflexión. Dos amigos acudían constantemente al Instituto de Migración, ahí, convivían con migrantes centro americanos enclaustrados en proceso de deportación. Por motivos laborales, uno de ellos no tenía tiempo para acudir, meses después, dijo; “debemos retomar las visitas, aunque sean pocas veces, no hay que abandonarlo”. El que tenía más tiempo respondió; “yo sigo una vez por semana, quiero ir dos veces por semana, pero ir una vez cada mes ó cada tres meses, se nota que eso no es prioridad en tu vida, ¿Qué clase de fruto puedes conseguir?”. El hombre se sintió un poco abandonado en su deseo de acudir. Llegado el domingo fue a misa, estando en el santísimo reflexiono y dio respuesta a su amigo; “la última vez que estuve en migración conocí a un señor guatemalteco llamado Juan, él fue maestro de matemáticas maya en una escuela en su país. Cuando hicimos la visita y las puertas se abrieron él corrió para abrazar a sus hijas, lo mismo pasó con un joven del salvador, corrió para cargar a su hija, una bebe de pocos meses. El maestro maya me dijo; “gracias por propiciar este momento, solo veo a mis hijas cuando la puerta se abre”. ¡Amigo mío!, insisto en mi deseo de acudir a migración aunque sean pocas veces, ¿Para quién son los frutos; para mí ó para ellos?, no pienso en mis frutos, solo creo que ir es algo bueno”.      

domingo, 14 de abril de 2019

La caridad y la adoración


            Moisés entregó al pueblo de Israel los diez mandamientos, los cuales cito y resumo según la mención del libro del Éxodo; 1.- Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. 2.- No tendrás otros dioses delante de mí. 3.- No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano. 4.- Acuérdate del día sábado para santificarlo. 5.- Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. 6.- No matarás. 7.- No cometerás adulterio. 8.- No robarás. 9.- No darás falso testimonio contra tu prójimo. 10.- No codiciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca. (Cap. 20, v. 1-17)
            ¿En qué momento los diez mandamientos solicitan hacer caridad?. No lo señalan, el decálogo se enfoca en no obrar el mal; no caer en idolatría, no ser envidioso, ni embustero, etc., el decálogo no obliga hacer el bien; la caridad, compartir con los necesitados, etc.
            Después de terminar de leer los libros de Moisés, el pentateuco, inicie mi lectura con el libro de Josué, su sucesor, un líder militar que recibió la encomienda de llevar al pueblo de Israel a la tierra prometida de Canaán. Al leer como Josué arrasaba con los pueblos a su paso -asesinando a todos por igual- sin tener el menor cargo de conciencia, entendí, hasta ese momento que en ninguna parte de la Escritura –desde el libro del Génesis hasta el libro de Josué- se obligaba el asunto de la piedad y la caridad., y que incluso, las metas eran distintas; con Noé el asunto era construir el arca, con Abraham el asunto fue tener descendientes, con Moisés el asuntó fue liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto y con Josué la meta fue llevarlos a la tierra de Canaán, y para él, el mandamiento “no mataras” se interpretaba como “no mataras a los hebreos”.
            Hay algo en común en los personajes citados; adorar a Dios obedeciéndole según la encomienda del momento. En ningún momento tales personajes tuvieron como meta las metas de la Iglesia; guardarse sin pecado de este mundo y hacer el bien. Como mencione, el decálogo no pidió hacer caridad.
            Dentro del pensamiento de Moisés existen leyes secundarias, algunas de ellas son como pequeñas luces que van ofreciéndole al pueblo de Israel un sentido de la caridad; “no te vengaras ni guardaras rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (levítico 19:18). Sin embargo, en este tiempo de la historia de la salvación los israelitas entendían como “prójimo” a sus compatriotas los hebreos, no a los paganos. “Cuando cosechéis la mies de vuestra tierra, no siegues hasta el borde de tu campo, ni espigues los restos de tu mies. Tampoco harás rebusco de tu viña, ni recogerás de tu huerto los frutos caídos; los dejaras para el pobre y el forastero” (levítico 19:9,10).
            Poco a poco, a lo largo de los siglos el pueblo de Israel fue recibiendo la revelación de la caridad hasta llegar al Mesías, es él quien corona la caridad como una virtud excelsa. No obstante, hay un concepto anterior a la caridad; la adoración, esta aparece a lo largo de toda la historia de la salvación, desde que Adán tuvo a su nieto Enós; “Por ese tiempo comenzaron los hombres a invocar el nombre del Señor” (Génesis 4:25,26). 
            Hoy en día, muchos creen que la religión, la oración, la contemplación no son necesarias, creen que simplemente basta hacer el bien, hacer la caridad, pero fue por medio de la adoración, la contemplación y la religión como Dios fue revelando la caridad. La caridad es un fruto del árbol, no es un tronco, el tronco y la raíz son Dios, asegurémonos de estar unidos al árbol, adorémosle para que él nos haga entender y así nuestros frutos continúen, nuestra rama reverdezca y este fuerte.