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domingo, 28 de junio de 2020

La institucionalidad de la fe


            Esta semana un familiar compartió en sus redes sociales un video sobre “el dios Spinoza”, una reflexión sobre un evento sucedido en una conferencia del científico Albert Einstein. El monólogo supone que Einstein creía en la versión de un dios propuesto por Baruch de Spinoza, filosofo racionalista del siglo XV que propone un panteísmo para encontrar a Dios dentro de la creación. Aunque las opiniones sobre Dios se respetan ─Einstein era judío y Spinoza un panteísta─ el argumento del video me parece falso por proponer a un dios sin reglas: Cómo puede ser creíble que Einstein y Spinoza propongan un Dios sin reglas si dentro de la creación abundan las reglas: las leyes de la física.
            El video parte del prejuicio de siempre: ¿para qué rezar?, ¿para qué ir al templo?, dios está en la montaña, en el bosque, en el rio, ¿crees que Dios quemará en el infierno a sus hijos que tanto amó?. Este video y tantos que circulan por redes sociales me parece simplemente el complejo de quienes en vez de vivir su panteísmo y disfrutarlo, prefieren dedicar su tiempo y esfuerzo demeritando la fe de los demás. Una persona espiritual que profesa otra religión no vive en conflicto con las liturgias de sus semejantes, ni increpando a las demás religiones, las respeta, incluso, es capaz de reconocer algo bueno de otras religiones sin sacrificar la propia. A la paz estamos invitados todos.
            El problema social se aprecia en la crisis de institucionalidad y no es un asunto simplemente de la Iglesia. Existe una crisis de credibilidad generalizada en las instituciones y esta es sustituida por el carisma de distintos actores sociales. Desde actores políticos: Donald Trump, López Obrador, Hugo Chávez, Evo Morales, hasta líderes religiosos y espirituales. Lo de hoy pareciera ser “el jalón”, la convocatoria y el carisma que conecta con la masa. Parece que ya nadie es fiel a la filosofía de un partido político ni a la cátedra de religión alguna. Esta crisis institucional se vive como una filosofía social y por esta razón es común ver este tipo de videos en redes sociales con mensajes que nos invitan a “liberarnos de las instituciones religiosas” para disfrutar la poca vida que nos queda. Como si no fuese posible disfrutar la vida ─y de mejor forma─ dentro de la institución.  
            Aunque los mensajes son atrayentes también son superficiales como “el populismo”. El motivo de institucionalizar la fe es precisamente para que ésta pueda ser vivida en comunidad, todo aquello que se institucionaliza es comunitario. La institucionalidad nos organiza y nos enfoca para un mismo fin, en cambio, la fe individualizada nos disgrega. Esto se puede exponer de una forma muy sencilla: si cada uno de nosotros sabe que los domingos es el día de reunión para la celebración, ese día nos reunimos porque todos lo sabemos. Pero si cada quien “se siente libre” para decidir el día y la hora solo queda el desorden, unos irán al norte otros al sur, otros a la montaña y otros en su casa: da lo mismo, cada quien hace lo que le venga en gana.  
            Es posible encontrar a Dios dentro de la creación y esa es una de las enseñanzas de San Pablo: los paganos incrédulos pueden encontrar al creador contemplando las maravillas de su creación. Sin embargo, también la creación requerirá ser interpretada y para eso la cátedra será útil y la institución necesaria. La creación no ofrece el cuerpo de Cristo, la misa si y en ella disfrutamos la esperanza común con los hermanos.