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domingo, 19 de abril de 2020

Marx, fariseos y cristianos


            ¿Qué caso tiene hacer oración si nadie se beneficia?. Estoy llevando una clase sobre pensamiento social clásico, esta semana realizamos una revisión del trabajo de Karl Marx. Aunque parezca un diálogo inútil y trillado, me siento motivado para reflexionar sobre este autor desde la óptica de un católico. En esta reflexión haré una asociación entre los pensamientos materialistas de Marx, la corriente de los fariseos y el mesianismo de Jesús.  

            A Marx se le atribuye la gestión del pensamiento que cimentó el concepto del Materialismo Histórico, esto es, la interpretación material de la historia, razonar la historia en base  a la relación que los pueblos tenían bajo sus deseos materiales; comprar, vender, tener, poseer, despojar, etc. Marx como hombre occidental no puede desprenderse de la idea del “hilo conductor de la humanidad”, esto nace de una idea aristotélica sobre el desarrollo de la humanidad; el individuo posee un anhelo que desconoce y lo mueve, ese ímpetu lleva a la sociedad a la superación. Aristóteles lo atribuía al espíritu humano, Kant lo atribuye a las leyes de la naturaleza, Hegel lo atribuye a la lógica y la razón, Marx lo atribuye a los bienes materiales. Esta idea del movimiento de la humanidad hacia un fin mejor aporta en Marx para la construcción de sus hipótesis; después del capitalismo vendrá algo mejor, terminaran las luchas de clases sociales para entrar en una nueva era, más equitativa y justa; se construye la base para el pensamiento comunista y socialista.
            En modo de sarcasmo escribiré; en estos postulados parece que no existe mucha diferencia entre creer en Marx y en el libro del Apocalipsis. Los dos plantean que existe una humanidad que avanza hacia un fin mejor, hacia una era de equidad, justicia y alegría. Meditemos un momento y miremos en la historia de la salvación. Judíos y fariseos también creían que la humanidad avanzaba hacia un fin mejor y que la llegada del mesías traería un tiempo de equidad, justicia y paz para el pueblo; el pueblo de Israel. Entonces, para el ejercicio de esta reflexión, idealicemos a marxistas y judíos como aquellos que esperan que la manifestación de la paz y la justicia en el fin último de esta humanidad sea expresada en la repartición de bienes materiales. ¿Acaso no son lo mismo?. El marxista pide la liberación del capitalismo del mismo modo en que el judío pedía ser liberado de Roma.
            Está claro que no es un error pedir equidad y justicia en la repartición de bienes materiales, nuestro cuerpo las necesita para cubrir las necesidades básicas. La ambición y el deseo material es una característica natural de los seres humanos. El cristianismo nos revela que incluso la abundancia de bienes puede ser la opresión del hombre y en la carencia el individuo también se perfecciona como ser humano. El mesianismo de Jesús no se reduce a la repartición de bienes materiales: ¿hasta dónde es suficiente para saciar los deseos humanos?. Jesús lo señaló de forma muy clara: “mi reino no es de este mundo”. El cristianismo intenta construir algo en el interior de los individuos.
            Termino la reflexión con la pregunta inicial: ¿Qué caso tiene hacer oración si nadie se beneficia?. Esta pregunta se hace desde la visión de aquel que tiene como paradigma los bienes materiales, si la actividad no concluye en la repartición de beneficios materiales no es útil. El cristianismo no se reduce a ser la religión del reparto de las cosas. La oración fortalece nuestro ser porque la libertad está en nuestro ser y no en nuestras posesiones.