Estas últimas semanas he estado escribiendo
sobre la exposición que di en la clase de apologética católica “defensa de la fe”
que imparte Lourdes Reynoso en la casa diocesana. En dicha ocasión colabore
para definir la relación que existe entre el antiguo testamento y el nuevo,
afirmando que; el antiguo testamento es la sobra de la nueva alianza traída por
Jesucristo tras su resurrección. Esta es la tercera parte de una serie de artículos.
En el primer artículo mencione dos versículos
del antiguo testamento relacionados con la confesión de pecados y el sacerdocio
Judío. Los versículos fueron; Levítico 16:21 para la confesión comunitaria
donde se imponía las manos sobre la victima para que en esta recayeran los
pecados del pueblo, y la confesión del pecado individual al sacerdote en
Levítico 5:5,6. Tras la resurrección de Jesús, los apóstoles enseñaron que
todas estas celebraciones del antiguo testamento son prefigura de aquello que
estaba por venir con Cristo.
La segunda parte escribí sobre el significado
del “memorial”. Para nosotros puede resultar
fácil interpretar la palabra “memorial” porque la definimos bajo nuestro contexto:
“algo que se hace en memoria de una persona”, pero, en el tiempo de los apóstoles,
los discípulos entendieron otra cosa, pues, el “memorial” estaba relacionado
con las victimas y las ofrendas presentadas por el sacerdocio judío en su
templo para tributar a Dios. Levítico 5,12:“La llevará al sacerdote judío, el
cual tomará un puñado como memorial, y lo hará arder sobre el altar junto con
las ofrendas que se queman para el Señor: es un sacrificio por el pecado”.
Hoy escribiré sobre la
sucesión, esto significa la persona que ocupa el puesto de alguien ó sucede a
otra. Como bien sabemos, la Iglesia Católica tiene una lista de sucesores del apóstol
San Pedro, pero, la sucesión es algo que desde antes del cristianismo ya se
practicaba, se respetaba y se creía. Dentro del sacerdocio Judío la sucesión
sacerdotal era importante, a diferencia de los profetas que en algunos casos
tuvieron discípulos que los sucedieron y en otros casos no. El sacerdocio Judío
de la antigua alianza le fue entregado a Israel para ser ejercido solo bajo una
tribu hebrea: Levi. Como ejemplos de sucesión sacerdotal tenemos el caso de
Eleazar, sucesor de Aarón. De esto cito: “Allí le quitarás a Aarón sus
vestiduras y se las pondrás a su hijo Eleazar, puesto que Aarón irá a reunirse
con sus padres, allí morirá”, “Moisés le quitó sus vestiduras a Aarón y se las
puso a Eleazar. Luego murió Aarón en la cumbre del monte y Moisés bajó del
monte con Eleazar”. (Números 20, 26,28), “Moisés y el sacerdote Eleazar les
hablaron en las estepas de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó…”
(Núm. 26,3). Dentro de la nueva alianza encontramos el antecedente de sucesión apostólica
en el caso de Judas Iscariote, en el libro de los Hechos los apóstoles reunidos
solicitan al Espíritu un sucesor de Judas, siendo Matías el escogido para ser
contado dentro del grupo de los doce apóstoles (Hechos 1,26).
Teniendo el antecedente hebreo,
la Iglesia unida a la promesa de San Pedro respeta la sucesión porque otorga el
beneficio de perpetuar la interpretación desde Cristo a los apóstoles y de
ellos a nosotros. Recordemos que desde la antigüedad saber leer y escribir era
un privilegio para pocos. La sucesión conlleva la responsabilidad de educar. Meditar
las Sagradas Escrituras en lo individual es importante y confirmar lo que
entendimos de ello con los sacerdotes es también motivo de alegría.