lunes, 30 de septiembre de 2013

La transfiguración y la fiesta de los tabernáculos

            De este 19 al 26 de septiembre los judíos celebraron “Sucot”, mencionada en los evangelios como “la fiesta de los tabernáculos”. Como católicos no estamos obligados a celebrar ninguna fiesta judía, sin embargo, por cultura es bueno conocer.      
            En esta fiesta, los judíos construyen cabañas con ramas para vivir ahí por siete días. El antiguo testamento establecía: “Durante siete días ustedes vivirán en chozas; todos los hijos de Israel vivirán en chozas, para que los descendientes de ustedes sepan que yo hice vivir en chozas a los hijos de Israel cuando los saqué de la tierra de Egipto: ¡Yo soy Yavé, su Dios!” (Levítico 23:24). La palabra “tabernáculo” significa “templo móvil”. El principal motivo es habitar en una casa temporal, así los judíos se miran como peregrinos, adoran a Dios fuera de la casa habitual para reconocer que todas las posesiones permanentes son transitorias. 


            En el pasaje de la transfiguración de Jesús, el apóstol hace referencia a la tradición del Sucot guardada por judíos: “Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: -Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, levantaré aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.-” (San Lucas 17:4). La trasfiguración es mencionada en tres evangelios (San Lucas 9:28-36, S. Marcos 9:2-8, S. Mateo 17:1-13). En ella, Jesús muestra su gloria en su cuerpo mortal, estando en un monte a las afueras de Jerusalén en compañía de tres apóstoles: Pedro, Jacobo y Juan. Su figura se transforma estando a su lado Moisés y Elías que representan la ley y los profetas. Una nube los cubre mientras del cielo resuena: “este es mi Hijo amado, a El oid”. Recordemos que, Jesús es el nuevo templo. En su plática con los fariseos manifestó: “destruyan este templo y yo lo edificare en tres días” (S. Juan 2:19-22), los fariseos pensaban en el templo de Jerusalén, pero él se refería a su cuerpo como templo.
Asociar la transfiguración con la fiesta de los tabernáculos conlleva elementos en común, leamos los símbolos. La fiesta judía recuerda el peregrinar del desierto, el culto que ofreció Moisés en una carpa, mientras que, en la transfiguración encontramos los símbolos afines al éxodo: el desierto, la gloria de Dios que desciende, la nube, la ley y sobre todo el templo móvil, el tabernáculo.

            El hecho de que Jesús se transfigure en el tiempo de la fiesta de los tabernáculos no es un hecho aislado, sino que, Jesús mostro su gloria en su cuerpo transitorio en los tiempos de “Sucot”. Se concluye que, el cuerpo de Jesús tras su muerte paso de ser un templo móvil ò tabernáculo a ser un templo permanente por su resurrección. Esto debe darnos confianza en que Dios no obro al azar, pues dio plenitud a una celebración judía del antiguo testamento.   
Si miramos la totalidad de Cristo: “Yo soy el camino, la Verdad y la Vida” (S. Juan 14:6), debemos reconocer que aquel cuerpo que contiene tales atributos manifiesto su gloria en medio de sus escogidos: Moisés y Elías, pilares del antiguo testamento, Pedro y los Apóstoles, pilares de la Iglesia. El pueblo de la alianza permanece peregrino. Desde la antigüedad hubo escogidos para discipular a otros y otorgar sucesión para no errar en el camino hacia la gloria.
Nosotros somos templos móviles cada vez que comemos de la Eucaristía y recibimos los sacramentos. También permanecemos peregrinos en el desierto de la vida, buscando llegar a la tierra prometida. Tenemos el decálogo, los profetas pero sobre todo la sucesión apostólica para recibir dirección y establecer un rumbo.

Aunque nuestro cuerpo sea un templo débil y mortal, confiamos que un día dejaremos de ser transitorios para convertirnos en algo eterno. Somos peregrinos pero no estamos a la deriva. Dios guardo a Israel hasta el Mesías, Dios guardará a la Iglesia hasta cumplir en ella sus promesas. Sigamos adelante como templos vivos que somos.