Desde la educación primaria la meta
final es preparar individuos para competir en el mercado laboral. Cuando el
individuo concluye el grado y se desarrolla en su labor, decimos que el
objetivo planteado por la educación se ha cumplido, sin embargo, es de tristeza
saber que existen quienes poseyendo todo esto hacen apologías de sus vicios e
inmoralidades, sintiéndose libres o sin culpa por el hecho de tener educación y
trabajo.
Recuerdo
a una amiga que poseyendo títulos de escuelas privadas y con cualidades
laborales admirables, en sus horas de ocio se recreaba fumando mariguana con
sus amigas e ingiriendo alcohol hasta la madrugada. En aquellas platicas con
estas mujeres me sorprendía la serie de argumentos, estrofas armadas que entonaban
para justificar sus apegos; “no causa adición según un estudio…”, “nadie ha
muerto por una sobredosis de mariguana…”, etc. etc., ¡Y es verdad!, ¡nadie ha
muerto por una sobredosis de mariguana!, pero ¿cuántos cayeron en peores drogas
a causa de esta droga?, ¿cuántos son prófugos de la justicia a causa de este
negocio?. Ahí me encontraba inmerso, dialogando con esa generación a la cual no
podía explicarle lo denigrante que luce cuando se deleita de esa forma y ¡por
Dios, eran mujeres profesionistas!. Como creyente digo: quien promueva un vicio
deberá responder ante Dios por los daños sociales que causan los estupefacientes,
aunque para esta generación pareciera que se requiere una tesis doctoral para
justificar la idea de un dios.
Resulta
irónico los tiempos que vivimos, muchas personas económicamente activas usan
drogas y a la vez hacen ejercicio y comen ensaladas para llevar una vida “más saludable”.
Afirman con verdad “la apariencia no importa, no se debe juzgar por
apariencias”, mientras mutilan sus rostros para lucir estéticos y tatúan sus
cuerpos para lucir una apariencia moderna, prefieren eso a lucir pasados de
moda aunque la apariencia no les importe. Dicen creer en dios pero no en la religión,
y su vida plantea una serie de dogmas cual si fuese una religión; consienten y
justifican las drogas, el aborto, los tatuajes, la unión homosexual, el
divorcio, la unión libre y el sexo por deleite y sin obligaciones como un
derecho, están hambrientos de recetas que los lleven al éxito y la felicidad en
5 pasos, todo se justifica en su felicidad, afirman “cada quien su vida” disfrazando
su indiferencia por respeto. Como analogía: el borracho es feliz cuando toma y enfurece
cuando esta sobrio, la felicidad personal no puede ser el canon moral. Ellos
con su pensar, se convirtieron casi en la antítesis de la vida cristiana; sobria,
casta, comprometida con el conyugue, con sabiduría para dar consejo y corregir
de modo fraterno, que estima el cuerpo como un templo y al prójimo como imagen
de Dios, no guiados por la felicidad personal sino por Dios y sus preceptos.
Sincronía
perfecta ha hecho el demonio a la par que convulsiona la familia con sus
inmoralidades, lacera con calumnias e injurias la Iglesia (que también es
familia), vendiendo su libertad
multiplico el suicidio entre la juventud. Pero nosotros nos aferramos a lo
inverosímil para la razón; las promesas, el amor y el plan del Dios que no
vemos. Evangelicemos con nuestro ejemplo de vida, esta generación está saturada
de información y tecnología, escuchan pero no entienden, observan pero están ciegos.