A principios
de noviembre acudí a la ciudad de Tijuana para celebrar la boda de un primo. En
la misa, la lectura del libro de Tobías y las bodas de Canaán comúnmente citada
en las bodas. El matrimonio es el sacramento que antecede al bautismo de un
tercero, la gracia que recibirán los hijos.
Recuerdo que
en el Instituto Bíblico estudiamos el libro de Tobías, que narra la historia de
Sara, mujer que no podía concretar su matrimonio porque enviudaba (Tobías 3:8).
El pasaje de las bodas de Canaán expresa como Jesús y sus discípulos son
invitados a este festejo, donde Jesús convierte en vino el agua destinada para
la purificación (San Juan 2:1-12). Vienen a mi memoria otros pasajes
relacionados con la ilusión del matrimonio y los hijos, por ejemplo; la biblia
expresa que Isaac, hijo de Abraham, contrajo matrimonio a la edad de cuarenta
años (Génesis 25:20), él debía casarse con una mujer digna para perpetuar la
alianza que Dios había hecho con su padre: Abraham. El mismo nacimiento de
Isaac fue un milagro, dado que, Abraham y Sara no podían tener hijos en su
juventud, sino en su vejez (Gen. 18:10-15). También, el nacimiento de Moisés,
personaje separado de sus padres desde su nacimiento, cuando el Faraón mando
matar a los recién nacidos. La relación entre San José y la Virgen María, el nacimiento
de Jesús y la persecución de Herodes, debieron marcar a la sagrada familia en
su deseo por salir adelante como familia.
En la biblia
encontramos episodios donde “el enemigo de la santidad” se opone a la unión
marital entre creyentes y a la descendencia. En cambio, la negación de la
santidad promueve el nacimiento desordenado de personas por la sexualidad
irresponsable, muchos vienen al mundo por el libertinaje de sus progenitores,
que actuaron solo por deleite y ego de presumirse progresistas en “la libertad
del cuerpo”, sin visión de familiar, ni afecto. Estos seres inocentes que nacen
deberán soportar el conflicto y la carencia afectiva de la irresponsabilidad de
sus padres, pero Dios es poderoso para sanar las heridas y dar afecto a quien
lo solicite.
Para los
que tienen fe es doloroso enamorarse de quien no la posee, dado que, los
creyentes desean formar hogares conforme al propósito de Dios, y no solo eso,
algunos están conscientes; al crear una familia están creado una Iglesia, la
Iglesia doméstica. Nuevas almas vendrán habitar este mundo, recibirán la gracia
y la Palabra de Dios, sus primeros encuentros con la fe serán en casa. Por esta
causa, el enemigo de Dios pretende acabar con la familia, en especial con la
familia cristiana, atormentando a los individuos desmembrándoles su cimiento
afectivo: el hogar.
Que las
personas de fe no claudiquen en su propósito de formar una familia, que guarden
la esperanza de que Dios proveerá, que sepan esperar el tiempo, que no contraigan
matrimonio solo por el engaño de los ojos. San Pablo en sus cartas hacia la
recomendación a los primeros cristianos; “No os unáis en yugo desigual con los
incrédulos; porque ¿qué comunión tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué
comunión la luz con las tinieblas?” (2da de Corintios 6:14). Podría ser una
exigencia necia renunciar a la ilusión de un noviazgo donde no hay fe, pero
creo que un amor donde ambos aman a Dios en forma plena, no tiene comparación, madurara,
se volverá indivisible, esto es un milagro dado desde lo alto. Tengamos fe.