"Si
tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha,
habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos,
para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si
les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye,
sea para ti como el gentil y el publicano" (San Mateo 18:15-17).
Los
publicanos eran recaudadores de impuestos del imperio Romano, eran poco apreciados
por los judíos. Los gentiles eran los paganos, los no judíos, los politeístas, aquellos
que no pertenecían al pueblo de la Alianza. Puedo afirmar que el símbolo es el
siguiente; un publicano es aquel interesado en los bienes de este mundo por encima
de los tesoros divinos, un gentil es aquel que no estima la alianza que Dios
otorgo. Ambos individuos prefieren vivir en pecado grave y no atender la
exhortación.
En
este pasaje del evangelio, Jesús muestra una actitud insistente para reprender
el pecado y establece un límite. Como discípulos, existe alegría en compartir
la experiencia que hemos tenido con el resucitado, de igual forma, tal
encuentro debe movernos al arrepentimiento propio y propiciar el
arrepentimiento ajeno, pues somos un pueblo, hemos sido llamados por Jesús a la
conversión colectiva y personal. Desgraciadamente, no todos aprecian la importancia
de este anuncio de igual manera, ninguna corrección nos parecerá agradable.
El
evangelio nos pide exhortar a los hermanos a la conversión pero también nos
advierte para dejarlos ir, soltarlos en su libre albedrío; “sea como el gentil
y el publicano”. Esta frase no debe ser leída desde el orgullo cristiano, al
contrario, debe ser entendida desde el dolor del Cristo que entrego su vida
para redención de los pecadores, y fue, y es despreciado cuando no existe
conversión.
¿Y
cuántos gentiles habrá dentro de nuestros templos que se niegan a escuchar el
llamado de los hermanos, y el llamado que el presbítero afirma desde el pulpito?,
son muchos, son muchos los que han dejado de ser parte del pueblo de la alianza
por no retractarse de sus malas acciones, incluso, pueden estar dentro del
templo. Estos, tienen puesta su esperanza en una falsa misericordia -señalo
falsa, porque no se disponen a la conversión- mientras prefieran vivir en
pecado no habrá gracia para ellos. Ellos mismos por su corazón no arrepentido
se han cerrado la puerta de la gracia.
Nos
llamaran “fariseos” por llamar a los hermanos al arrepentimiento, pero, el
discípulo que exhorta debe dar frutos de paciencia y prudencia ante esta
realidad. Es doloroso ver como seres amados se alejan de la enseñanza cristiana
para abrazar un modo de vida ajeno al evangelio, pero aun así, mirándolos como
gentiles y publicanos, por la gracia del Espíritu Santo podemos verlos con amor
y respeto, como el padre del hijo prodigo.
El
mismo Espíritu Santo nos exhorta a esperar con paciencia a quienes desprecian
abiertamente la enseñanza del evangelio. Por nuestra parte, no demos cabida a
la tentación puesta por el enemigo. Dios pide la corrección del hermano caído,
Satán pide su acusación. Nuestro camino es el de Dios, es el de la paz, si el
pecador no entiende, tómalo por gentil ó publicano.