Moisés entregó al pueblo de Israel
los diez mandamientos, los cuales cito y resumo según la mención del libro del
Éxodo; 1.- Yo soy el Señor, tu Dios, que
te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. 2.- No tendrás otros dioses
delante de mí. 3.- No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque
él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano. 4.- Acuérdate del día
sábado para santificarlo. 5.- Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas
una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. 6.- No matarás. 7.-
No cometerás adulterio. 8.- No robarás. 9.- No darás falso testimonio contra tu
prójimo. 10.- No codiciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu
prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra
cosa que le pertenezca. (Cap. 20, v. 1-17)
¿En qué momento los diez
mandamientos solicitan hacer caridad?. No lo señalan, el decálogo se enfoca en
no obrar el mal; no caer en idolatría, no ser envidioso, ni embustero, etc., el
decálogo no obliga hacer el bien; la caridad, compartir con los necesitados,
etc.
Después de terminar de leer los
libros de Moisés, el pentateuco, inicie mi lectura con el libro de Josué, su
sucesor, un líder militar que recibió la encomienda de llevar al pueblo de
Israel a la tierra prometida de Canaán. Al leer como Josué arrasaba con los
pueblos a su paso -asesinando a todos por igual- sin tener el menor cargo de
conciencia, entendí, hasta ese momento que en ninguna parte de la Escritura
–desde el libro del Génesis hasta el libro de Josué- se obligaba el asunto de
la piedad y la caridad., y que incluso, las metas eran distintas; con Noé el
asunto era construir el arca, con Abraham el asunto fue tener descendientes,
con Moisés el asuntó fue liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto y con
Josué la meta fue llevarlos a la tierra de Canaán, y para él, el mandamiento
“no mataras” se interpretaba como “no mataras a los hebreos”.
Hay algo en común en los personajes
citados; adorar a Dios obedeciéndole según la encomienda del momento. En ningún
momento tales personajes tuvieron como meta las metas de la Iglesia; guardarse
sin pecado de este mundo y hacer el bien. Como mencione, el decálogo no pidió
hacer caridad.
Dentro del pensamiento de Moisés
existen leyes secundarias, algunas de ellas son como pequeñas luces que van
ofreciéndole al pueblo de Israel un sentido de la caridad; “no te vengaras ni
guardaras rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti
mismo” (levítico 19:18). Sin embargo, en este tiempo de la historia de la
salvación los israelitas entendían como “prójimo” a sus compatriotas los
hebreos, no a los paganos. “Cuando cosechéis la mies de vuestra tierra, no
siegues hasta el borde de tu campo, ni espigues los restos de tu mies. Tampoco
harás rebusco de tu viña, ni recogerás de tu huerto los frutos caídos; los
dejaras para el pobre y el forastero” (levítico 19:9,10).
Poco a poco, a lo largo de los
siglos el pueblo de Israel fue recibiendo la revelación de la caridad hasta
llegar al Mesías, es él quien corona la caridad como una virtud excelsa. No
obstante, hay un concepto anterior a la caridad; la adoración, esta aparece a
lo largo de toda la historia de la salvación, desde que Adán tuvo a su nieto
Enós; “Por ese tiempo comenzaron los hombres a invocar el nombre del Señor” (Génesis
4:25,26).
Hoy en día, muchos creen que la
religión, la oración, la contemplación no son necesarias, creen que simplemente
basta hacer el bien, hacer la caridad, pero fue por medio de la adoración, la
contemplación y la religión como Dios fue revelando la caridad. La caridad es
un fruto del árbol, no es un tronco, el tronco y la raíz son Dios, asegurémonos
de estar unidos al árbol, adorémosle para que él nos haga entender y así nuestros
frutos continúen, nuestra rama reverdezca y este fuerte.