Recientemente un amigo ateo sugirió
organizar una posada, es bastante cómica la situación: un ateo procurando
fiestas religiosas. Todos los individuos necesitan tiempo para compartir,
celebrar algo con los amigos y seres queridos, reunirse y convivir. En la
antesala para concluir el año abundan reuniones previas por motivo de navidad y
año nuevo.
Estas fiestas me hacen recordar la
parábola del “huevo de la gallina”, el cascaron protege y guarda lo que hay en
el interior y el exterior no tiene sentido sin lo interior. El huevo de gallina
perfecto es aquel que no es frágil en lo exterior y está sano por dentro. El
cascaron es ovalado y de color blanco, en el interior hay una clara y una yema
de color amarillo. Las fiestas religiosas así deben ser, la tradición exterior
es importante porque preserva la esencia de una celebración que busca trasformar
nuestro interior, las formas son importantes porque dan identidad, nos ubican
en la realidad que se desea presentar, todo esto integra el evento en un solo
componente “exterior e interior”. El acto exterior de la celebración no tiene
sentido si no protege el interior de la celebración y lo interior sin la protección
de la tradición exterior puede desviarse por la superstición e influencia de
cada generación derivando en otra cosa.
La navidad celebra el nacimiento de
Jesús, no es la celebración de su “cumpleaños”, es la tradición que nos
recuerda la llegada del salvador del mundo. Esto tiene un significado importante
en la historia de la humanidad. La encarnación del Verbo de Dios propicia un
nuevo periodo para la historia de la humanidad; la expansión de la revelación
del Dios de Abraham para todas las naciones, el monoteísmo, el fin a los
sacrificios humanos en honor a las deidades, la monogamia, la pureza, la
santidad, la caridad incluso para el enemigo, tantos conceptos y enseñanzas que
forman parte de la cultura.
¿Qué nació con Jesús?, ¿un líder, un
mártir, una religión, una era?. Con él nació todo lo anterior y mucho mas, él
es la manifestación de Dios en carne, y por esto su nacimiento trajo la
transformación del mundo -un dios que no es capaz de transformar no es un dios-
pero él y el Espíritu que entregó, su sabiduría y su Verdad, movilizan al mundo
y al individuo y lo transforman para llevarlo a un tiempo mejor.
Él dijo "Para un juicio he
venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan
ciegos." (S. Juan 9, 39). ¿A qué clase de juicio se referirá?, se refiere
a otorgar la virtud para discernir entre el bien y el mal, tener juicio y
escoger el bien, pero este don no se entrega como una simple magia. Jesús nació
y entregó su Palabra al mundo siendo su resurrección la garantía de la Verdad,
él entregó su Palabra para que el ser humano tenga una referencia exacta para
emitir juicio sobre su propia vida, “mirar la paja en nuestro ojo”, emitir
juicio y corregir nuestras malas acciones. Él nos convoca para que seamos sus
discípulos y mediante esta experiencia crezcamos y nuestra capacidad de juicio
se fortalezca a razón vivir una vida para el bien.
Celebrar la Navidad significa entrar
en un tiempo de juicio de conciencia, emitir juicio sobre nuestras obras a la
luz de la enseñanza de Jesús. Entremos en ese tiempo de reflexión y juicio
pensando que esto no debe ser motivo de temor sino de esperanza, después del
juicio de conciencia viene la conversión, esto nos mueve para buscar el perdón
y después del perdón llega la gracia.