domingo, 14 de noviembre de 2010

Ángeles y Santos


Después Jesús salió y se fue, como era su costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron también sus discípulos. Llegados al lugar, les dijo: “Oren para que no caigan en tentación”. Después se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, y doblando las rodillas oraba con estas palabras: “Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Entonces se le apareció un ángel del cielo para consolarlo. Entró en agonía y oraba con mayor insistencia. Su sudor se convirtió en gotas de sangre que caían hasta el suelo (Lucas 22:39-44).

En este pasaje leemos parte de la agonía de Jesucristo en el huerto de los Olivos previo a su arresto, como sabemos Cristo será arrestado, juzgado y crucificado. Muchos débiles en la fe preguntan: ¿Por qué El Padre permitió este sufrimiento? Ó ¿Por qué El Padre no escucho las oraciones de Cristo?. Pero, la realidad es otra, pues como leemos, al terminar Cristo de decir: “no se haga mi voluntad sino la tuya” es cuando El Padre envía un Ángel para animarlo y consolarlo en su pena, esto es señal de que Dios si está atento a las oraciones, aunque no las atienda en el modo, en la forma y en el tiempo que nosotros queremos, pues si Dios atendiera nuestras peticiones a nuestro modo, entonces ¿quién seria el siervo?.

La agonía de Cristo es la agonía de un hombre, un hombre que a la vez es Dios mismo. Siendo pues Dios y hombre a la vez, podemos encontrar una debilidad humana ante la inminente crucifixión: “Cristo es fuerte por ser Dios y es débil porque es humano”. Y en su sufrimiento fue consolado por el Ángel cuando Judas lo traicionó, y si Cristo siendo mayor a cualquier hombre aun así fue consolado, porque habremos de negar la necesidad de ser consolados por un Ángel ó de recurrir a la protección de uno de ellos, pues desde niños rezamos: “Ángel de la guarda…, no me desampares”. ¿Por qué habremos de olvidar esta creencia?, siendo que Cristo aun mas poderoso que nosotros no despreció el consuelo y recibió de aquel Ángel el animó para poder superar aquello, ¿Por qué nosotros siendo menos, habremos de despreciar este regalo?.

Miremos también la transfiguración de Cristo donde Moisés y Elías son presentados en el monte ante los ojos de los Apóstoles: Pedro, Santiago y Juan. Muchos podrían pensar que la presencia de Moisés y Elías significan una aprobación a la labor de Cristo en Jerusalén, pero no será también que en este acontecimiento Dios quiso mostrar a Pedro, Santiago y Juan, la obra que Dios realizó en estos dos hombres del antigua alianza, a tal grado que Dios manifestó la familia celeste siendo esto del agrado de Pedro pues quiso quedarse entre ellos y exclamo: “Señor, es bueno quedarnos aquí, hagamos tiendas para nosotros y para ellos” (San Mateo 17:1-8). Mostrando el Padre a Moisés y Elías nos manifiesta aquello a lo que la especie humana puede aspirar por la acción de Dios, ¿Por qué habremos de desecharlo? Ó ¿Por qué no habremos de compartirlo al transmitir la fe?. Pues aun otros dos evangelistas manifiestan a la Iglesia este evento.

No nos avergoncemos de tener una familia viva en los cielos, de hombres y mujeres que estando en el mundo aspiraron a servir a Dios, pues Dios desde las Sagradas Escrituras nos ha mostrado a que podemos aspirar. No tengamos miedo de pedirle a Dios la compañía de un Ángel que este a nuestro cuidado, pues cuando Cristo sufría recibió de Dios el consuelo por medio de aquel Ángel.