Todo bautizado sin importar su denominación debe
reconocer por el principio histórico que la Iglesia nació del judaísmo, los apóstoles
eran judíos de nacimiento. Muchas de nuestras creencias nos vienen por los judíos.
Por ello, tengo un gran interés por el judaísmo, no porque dude de mi fe en
Jesucristo, sino al contrario, porque deseo dar apología de la fe católica en
estos tiempos de sectarismo.
Los judíos no entienden la diferencia entre un testigo
de Jehová, un mormón, un evangélico y un católico. Ellos nos ven como creyentes
que afirman que “Jesús es el mesías” y usan “la Biblia”. Por el proselitismo cristocentrico
que existe en occidente, es natural que los rabinos reaccionen de modo reacio
ante los bautizados. La anécdota de un judío, maestro de una sinagoga en Nueva
York lo ejemplifica muy bien; “Un testigo de Jehová con una biblia, me visito
en casa para compartirme el plan de salvación, le comente “soy judío” y dijo “para
no ser condenado al infierno debes creer en Jesús”, así que le dije; “tu usas
una biblia que tiene el antiguo testamento, ese es un compendio de libros judíos,
yo soy judío y estudio el antiguo testamento en su lengua original, el hebreo, ¿Cómo
es que tu, usas una traducción al español de los libros de mi pueblo y vienes a
condenarme porque no creo en lo que tú crees?”. Esta anécdota goza de una gran
verdad, los bautizados consideramos la biblia como nuestra, cuando gran parte
de ella la heredamos de los judíos. Jesús solo instruyo entre los judíos.
Desde la óptica de las sectas cristocentricas
fundamentalistas, todo aquel que no crea en Jesucristo estará condenado al
infierno, si analizamos los evangelios nos daremos cuenta que el juicio de Dios
no solo considera la fe, sino también las obras de la persona sin importar el
credo. Cuando el joven rico se presenta ante Jesús preguntando “¿Qué hare para
heredar la vida eterna?”, el respondió; “los mandamientos sabes: no adulteres, no
mates, no hurtes, no digas falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a
tu madre…”. Ubicándonos en el contexto, el joven rico y Jesús eran dos judíos
que tenían los mandamientos dados por Moisés a los Israelitas. Por lo tanto, hay
que creerle a Jesús cuando afirma “los mandamientos” y la relación que estos tienen
con la vida eterna.
He puesto como ejemplo la relación entre judíos y
bautizados, y el cansancio que provoca el acoso de un proselitismo que no es evangelización.
Si bien, nos sentimos privilegiados por creer en Jesús y quisiéramos que todos
creyeran en El, es verdad que nos lástima que lo menosprecien. Debemos
comprender que cada persona está en un proceso distinto, y por el bagaje no todos
alcanzamos a ver lo mismo de la misma forma.
Deseo terminar con una anécdota. El rabino Pynchas
Brener en uno de sus estudios se refería al tema “¿Qué debo hacer si no conozco
a Dios?”, afirmando que “existe una ley natural que nos hace sentir mal cuando
hacemos el mal y nos hace sentir bien cuando obramos bien. Si la persona no
conoce a Dios, si sabemos cuál es el efecto de obrar bien y obrar mal”,
confesando que, siendo rabino y maestro de judaísmo había muchas cosas que no entendía
de su fe judía; la prohibición de mezclar leche y carne ò no comer algunos
animales, pero encontraba en la Tora de Moisés, leyes útiles para guiar su vida
y acercarse a Dios. Al escuchar esta confesión sincera, no dude en escribirle
aquel judío para decirle; “sus reflexiones me han servido para conocer aquello
que no conozco y amarlos a ustedes: los judíos. Nosotros, los bautizados,
afirmamos tener un pacto con Jesús y nos guiamos por sus enseñanzas, pero al
mismo tiempo, a Jesús lo definimos como "un misterio", así como usted
no entiende porque la Tora le prohíbe “no combinar leche con carne", así
también nosotros no logramos comprendedlo todo de nuestra fe. Lo que si sabemos
de nuestra fe, es que para nosotros Dios es amor y el amor se entiende mejor
compartiéndolo que explicándolo”.