Dice
que “si un libro no te gusta no debes leerlo hasta el final”. Leer es bueno, pero
para muchos es difícil porque no se han dado el tiempo para conocerse a sí
mismos y descubrir los temas que les apasionan, por ejemplo, en mi caso, la
novela no me gusta, me gusta leer de religión y de historia, aunque no tengo el
tiempo suficiente para leer todo lo que quisiera.
Creo
que lo mismo sucede con el anhelo de servir, me refiero a la labor que nos pide
el evangelio. En mi caso, mi antiguo párroco me aconsejo estudiar liturgia, me
invito a formar parte del equipo litúrgico y acepte, pero no sentía una gran
pasión por ello, más bien, era como algo en mente para no estar de ocioso en la
parroquia. Después me invitaron a un curso parroquial para jóvenes profesionistas,
acudí a la plática inicial pero no sentía que aquello fuese para mí. También me
invitaron a un reclusorio, conocí a las personas que servían ahí, aunque no
sentía gran ímpetu. Fui a un desayunador pero tampoco me sentí reflejado. Me
invitaron a pláticas del Opus Dei, con los Jesuitas, todos deseaban emprender
labores y comprometerme, yo seguía sin dar pasos, ni para adelante, ni para
atrás. Tenía ganas de servir aunque no sabía en qué. Tampoco quería saturarme,
sino ser humilde en eso, no quería sugestionarme, desatar una labor con gran
ímpetu para después apagarla en dos días, estaba consciente de mis debilidades,
compromisos laborales y las colaboraciones semanales para este periódico. Aunque
no me comprometía con nada, tampoco permanecía del todo pasivo, seguía buscando
ese lugar donde servir.
Este
mes acudí a la casa Guadalupe Libre. El primer recibimiento que tuve fue un
niño llorando, corriendo en el patio, mientras que una oveja lo seguía. La
imagen quedo grabada en mi mente porque poseía muchos símbolos. Muchos nos
sentimos como ese niño, extraviados, lastimados por dentro, somos ovejas que
siguen a otras ovejas, queremos afecto, reproducirlo para retribuirlo a otros.
El afecto debe ser genuino.
Me
entreviste con el director, Lic. Alan Peiro Rodríguez, me dio los antecedentes
de la casa hogar, los retos, el día a día y los proyectos futuros. Me dijo que hace
ocho años el había llegado ahí, así como yo: “de la nada y preguntando ¿en qué
les puedo ayudar?”. Eso me recordó a la primera colaboración que envíe a
Enmarcha; leí el semanario, pensé que podía hacerlo, mande una colaboración y
ya, eso fue hace ocho años.
La
casa hogar me gusto porque uno trata con niños, a ellos no se les puede ofrecer
reflexiones complejas porque jamás las entenderían, la aportación es
simplemente dar ejemplo de persona sin usar muchas palabras. Al ser niños marginados
hay resistencia al afecto porque poseen incredulidad. Es bueno que ellos
conozcan a personas honradas para que puedan anhelar metas, superarse y
construir una vida. Para más información de la casa hogar, su sitio web es
www.casaguadalupelibre.org
Como
conclusión, es importante buscar ese lugar donde servir, quizá creemos que las
labores de la Iglesia no nos gustan porque no hemos encontrado ese lugar donde
nos identifiquemos, donde podamos desarrollar algún talento, si nos desanimamos
vale la pena seguir intentando, buscar, como aquel que se da el tiempo para
abrir toda clase de libros buscando un tema que le interese y le apasione.
Hay
que encontrar esa vocación escondida que tenemos, ese talento o pasión en
beneficio de los demás, es bueno conocerse y descubrirse sirviendo, necesitamos
a la gente que nos necesita. Preguntémonos ¿para que soy bueno?, ¿en qué puedo
servir?.