El
libro del Génesis expresa: “Después de
que el hombre y la mujer comieron del árbol prohibido, el Señor Dios llamo al
hombre y le pregunto: “¿Donde estas?”, este le respondió: “oí tus pasos en el jardín,
tuve miedo porque estaba desnudo y me escondí”, entonces le dijo Dios: “¿Y quién
te dijo que estabas desnudo?, ¿has comido acaso del árbol del que te prohibí
comer?” (Génesis 3:9-11)
Muchos
de nosotros conocemos el pasaje de la caída de Adán y Eva en el huerto del Edén,
cuando Dios les prohibió comer del “árbol de la ciencia del bien y del mal”. Adán
expresa sentir “miedo” al escuchar los pasos de Dios. Sentir temor a la presencia
de Dios es un mal síntoma, Dios es amor, quienes temen al amor son aquellos que
no pueden amar, limitados para expresar el afecto o recibirlo, en ellos existe
un poco de resentimiento y rencor.
Todo
pecado nos aleja de Dios. La traducción de la palabra pecado es injusticia. Todos
somos pecadores, sin embargo, no todos reaccionamos igual ante el pecado, hay
dos actitudes notorias; algunos al cometer pecado prefieren esconderse de Dios,
no volver a Él, otros, buscando salir del pecado, prefieren reencontrarse con Dios
porque saben que ese encuentro los librara del pecado. Dios busca que nosotros
optemos por la segunda actitud, que perdamos ese temor de encontrarnos con el
creador.
En
el Edén, Dios no tenía necesidad de preguntar: “Adán, ¿donde estas?”, dado que Dios lo sabe todo (Adán estaba en pecado),
mas bien, existe la necesidad de que Adán y todo ser humano injusto se pregunte:
“¿dónde estoy?”, tu lector, “¿dónde estás?”.
Dios sabe donde estamos, el problema es si nosotros lo sabemos.
La
respuesta de Adán fue sincera: “… tuve
miedo porque estaba desnudo y me escondí”. Adán tiene temor a la represaría,
al castigo. Aunque en el texto Adán y Eva son expulsados de Edén, en nuestra realidad
cotidiana, fuera de los símbolos de la lectura del Génesis, el hombre injusto
siempre vivirá con temor, atormentado de las consecuencias de sus malas
acciones, buscando cubrir sus injusticias para no quedar desnudo y ser visto
como realmente es; un nefasto. Por consiguiente, su vida estará muy alejada de
ese paraíso.
Adán
tuvo miedo y se escondió porque estaba desnudo, esconderse es síntoma de haber
perdido la confianza. Muchos de nosotros tenemos miedo porque nos vemos
desnudos ante el evangelio, no hemos emprendido labores de servicio, apostolados,
no nos hemos vestido de caridad, estamos desnudos ante su palabra,
desprotegidos, temerosos a la muerte, al juicio divino, preferimos no pensar en
ello y nos auto exiliamos del Edén, de su bondad, de su gracia, esto provoca
que no conozcamos su misericordia, su paciencia y su paternidad. El
desconocimiento de su paz nos lleva al temor. Conocerlo a Él nos libera de
muchos temores que nos enferman. Dios es amor, en el amor hay confianza.
Termino
con una cita del apóstol San Juan: “La
señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos
plena confianza ante el día del Juicio, porque ya en este mundo somos
semejantes a él. En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor
perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no
ha llegado a la plenitud del amor. Nosotros amamos porque Dios nos amó primero.
El que dice: "Amo a Dios", y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo
puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?. Este
es el mandamiento que hemos recibido de Él: el que ama a Dios debe amar también
a su hermano” (1era de San Juan 4:17-21).