domingo, 7 de febrero de 2016

Tres personas distintas y un mismo Dios verdadero

            Aunque el titulo de la reflexión podría asociarse a la trinidad, en realidad no es el tema a tratar. Sin embargo, vale la pena compartir una emoción sobre la trinidad antes de entrar al tema; sabemos que Dios es amor, así lo enseñaron los apóstoles., el amor se manifiesta al compartirse, el amor no puede ser sin compartir porque el amor no es egoísmo. Dios comparte la vida con nosotros, comparte su afecto con lo creado, pero ¿Con quien compartía Dios antes de todo lo creado?, ¿Cómo decir que Dios es amor si antes de todas las cosas no había creatura que recibiera su amor?. Antes de toda la creación, Dios también compartía porque Dios era y es amor, El era el amor que se compartía, antes de todo lo creado, entre tres personas distintas que eran mismo amor, un mismo Dios.     
            Dejando atrás el comentario anterior y entrando a la reflexión de esta semana, titulada; “tres personas distintas y un mismo Dios verdadero”, por estar inspirada en las maneras en que tres familiares vivimos la fe y la labor dentro de la Iglesia.
            De inicio, podría decir que fuimos una familia “atea de tradición católica”, pues celebrábamos navidad con los abuelos y semana santa. Mis padres, en su juventud, estuvieron influenciados por el pensamiento de izquierda socialista, donde se respira un aire anticlerical, ese sentimiento fue transmitido a nosotros, los hijos. De niño, mi padre me enseño: “la religión es el opio del pueblo…”, crecí con la idea de que el credo era una estructura ideológica basada en supersticiones, una droga que enajenaba al individuo infundiéndole temor para dominarlo. En la adolescencia, la religión me parecía una estructura arcaica sin razón. Hoy entiendo que la religión no es el opio, sino que, el fanatismo es el opio del pueblo. Hay fanatismo religioso, político, racial e ideológico, que divide a las personas, aniquilando el afecto entre nosotros.  
            En la familia, la conversión nos fue alcanzando poco a poco de distintas formas; primero mi madre, a raíz de la enfermedad de una de mis hermanas, después yo, tras terminar la Universidad y encontrarme si una guía para alimentar mi interior, por ultimo mi padre, un Saulo que laceraba con sus palabras y se encontró libre, en sintonía con el Dios que lo amo.
            Los tres somos personas totalmente distintas y participamos en algún apostolado distinto. Mi madre se ocupa en asuntos de la vela perpetua, el Sagrario, el templo y la oración. Mi padre se enroló en labores y proyectos de pastoral social. A mí me gusta la reflexión, la confrontación de ideas en defensa de la Iglesia. Ninguno compite con el otro, al contrario, creo que sumados a los demás, complementamos las labores de la Iglesia. Los tres vivimos la misma religión desde una labor distinta, y estoy seguro que los tres experimentamos la conversión de distinto modo. De seguro, Dios aprovecho nuestra necesidad espiritual para manifestarse y proveer lo que cada uno buscaba.
            Creo que la Iglesia es como un árbol grande que tiene muchísimas ramas, y este árbol puede apreciarse de modo distinto en cada estación del año, ó lucir distinto según la luz del día ó los ojos que lo ven. No importa qué clase de aves ó creaturas se acerquen a este árbol, siempre habrá beneficios, ¿Qué criatura no se conforta a la sombra de un árbol ó que ave se negara hacer nido en las ramas de un árbol?. La Iglesia como el árbol tiene ramificaciones, muchas vertientes, apostolados donde cada individuo puede desarrollarse como persona. Si bien, Dios es la raíz y el agua que nutre todo el árbol, el mismo Dios puede ser vivido de modo distinto por cada ser humano, así como el agua se disfruta dependiendo la sequedad.

            Para terminar, Dios quiere que seamos una réplica de su hijo Jesús, pero recordemos que también Cristo refleja al Padre y es distinto que El. Por lo tanto, la trinidad, reconocerá en nosotros esa cualidad; “ser persona única” y nos comparte la santidad, para vivir con ellos, el infinito amor que existió desde antes de todo lo creado.