“Entonces el Rey dirá a
los de su derecha: ‘Vengan, benditos de Mi Padre, hereden el reino preparado
para ustedes desde la fundación del mundo’. ‘Porque tuve hambre, y ustedes me
dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui extranjero, y me recibieron;
estaba desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y vinieron
a mí’. Entonces los justos responderán; ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y
te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?, ¿cuándo te vimos como
extranjero y te recibimos, o desnudo y te vestimos?, ¿cuándo te vimos enfermo o
en la cárcel y vinimos a ti? ’. El Rey responderá; ‘en verdad les digo que en
cuanto lo hicieron a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí
lo hicieron…’” (San Mateo 25: 34-40).
La caridad tiene promesa de vida eterna, pero si la
caridad nos puede llevar al cielo, ¿Qué sentido tiene buscar la santidad?, ¿Qué
sentido tendría dejar; la borrachera, las drogas, la pornografía, la unión
libre, el adulterio ó la homosexualidad, si por las obras de piedad puedo
entrar al cielo como señalo San Mateo?.
¿Caridad ó santidad?, ¿Cuál de las dos será mas
importante para heredar el Reino de los Cielos?. La piedad puede llevarnos al
cielo, es verdad, pero ¿habrá algún santo que no sea piadoso?, en cambio, muchos
hombres piadosos no buscan la santidad. La santidad es la condición del ser
humano que busca a Dios y se prepara para vivir en gracia, este no permanece en
pecado, se retracta de él.
Un principio fundamental de la vida cristiana es que ningún
ser humano podrá heredar el Reino de los Cielos solo por sus obras. San Pablo
lo definió muy bien al expresar; “Yo no anulo la gracia de Dios: si Dios nos
considera justos por cumplir la ley, Cristo ha muerto inútilmente” (Gálatas
2:21). La imperfección humana nos impide el acceso al Reino de Dios, no hay
hombre alguno que pueda cumplir la totalidad de los mandamientos, todos estamos
incompletos, fallamos en algo; algunos mienten, otros tienen envidia, otros
aman el dinero, etc. La obra de Cristo nos justifica ante Dios por medio de la
gracia. Sin gracia el ser humano no puede entrar al reino de Dios. La gracia se
recibe buscando a Dios, acudiendo a los sacramentos, haciendo oración,
purificando nuestro cuerpo como templo del Espíritu Santo, estas acciones
despiertan la piedad en nosotros en el afecto de Cristo. La gracia es un regalo
de Dios que beneficia, no perjudica. La persona que prefiere vivir en pecado,
antes que recibir la gracia, es quizá porque no la ha experimentado aun en
plenitud, es como querer disfrutar “un amanecer con los ojos cerrados”, ¡es
imposible!. Para vislumbrar la gracia en nosotros es necesario abandonar el
pecado, entregar nuestras pasiones para que el Espíritu Santo reviva en
nosotros.
Por ignorancia podríamos fiarnos de la caridad y creer que
no es necesario santificarse para entrar al cielo, contentándonos en los vicios
e inmoralidades. Esto es un error, San Pablo enseño que la piedad puede
convertirse en un acto vano si no conlleva amor; “Aunque repartiera todos mis
bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no
tengo amor, no me sirve para nada” (1era de Corintios 13:3).
Para concluir, el autor de la carta a los hebreos
escribe; “Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al
Señor” (Cap. 12, v. 14). Sin santidad nadie podrá entrar al cielo porque el
cielo de Dios es la santidad, y no hay santo que no sea piadoso.