domingo, 15 de mayo de 2016

La venganza de Dios

            Es sabido que muchísimos bautizados no acuden a misa, se han acostumbrado a vivir de esa manera, lejos de una vida eucarística. Es curioso el argumento que profesan algunos para no acudir, por lo general dicen: “no necesito ir a misa para hablar con Dios”. Pero nadie necesita la misa para hablar con Dios, es Dios quien estableció la misa para compartirnos su cuerpo, para hablar con Dios basta el orar. Vamos a misa para recibir su cuerpo, en ningún otro lugar lo podremos recibir.  
            En la carta a los hebreos, el autor propone varios puntos interesantes que debemos considerar en nuestra vida de fe, entre ellos, que no dejemos de ir a la Iglesia ó asamblea para fortalecer nuestra vida espiritual. También nos exhorta para ser fuertes y resistir a las tentaciones y no pecar deliberadamente habiendo recibido la gracia y la hostia, de hacerlo estaríamos ofendiendo su sacrificio.
            La carta a los hebreos expresa lo siguiente: “Acerquémonos con corazón sincero, con fe plena, limpios interiormente de todo lo que mancha la conciencia y con el cuerpo lavado con agua pura. Sigamos profesando nuestra esperanza sin que nada nos pueda conmover, ya que es digno de confianza aquel que se comprometió. Tratemos de incitarnos el uno al otro en la forma de amar y hacer el bien. No abandonen las asambleas, como algunos acostumbran hacer, sino más bien anímense unos a otros, tanto más cuanto ven que se acerca el día. Si pecamos voluntariamente después de haber recibido el pleno conocimiento de la verdad, no puede haber ya sacrificio por el pecado; solamente queda la perspectiva tremenda del juicio y del fuego que devorará a los rebeldes. El que desprecia la Ley de Moisés es condenado a muerte sin compasión por el testimonio de dos o tres personas (en el antiguo testamento). ¿No será mucho peor para quien pisotee al Hijo de Dios y profane la sangre de la alianza con la cual fue santificado, habiendo insultado al Espíritu, don de Dios? Conocemos al que dijo: A mí me corresponde la venganza, daré a cada cual su merecido. Y también: El Señor juzgará a su pueblo. Es espantoso caer en las manos del Dios vivo” (Hebreos 10:22-31).
            El autor de la carta puede sonar duro en sus expresiones y más si consideramos que Dios es amor. ¿Cómo puede Dios obrar así, siendo que El es amor?, primero debemos considerar que Dios ya mostro su amor desde antes, ósea, en el sacrificio de Jesús fue manifestado su amor, dejando la puerta abierta para que todos los hombres lo conozcan. ¿Qué es “conocer” a Dios?, nos referimos a “conocerlo”, no al acto simple de recitar un dogma, si no a la vida interior donde el individuo se enfrenta a las delicias del Espíritu Santo, escuchando el llamado que Dios hace hacia la fe y la santidad. ¿A qué se refiere cuando expresa “a mi corresponde la venganza”?, expliquemos, en Dios no existe pecado, la “venganza” es un pecado humano pero en Dios es una virtud, la “venganza” de Dios trae beneficios para el hombre, ¿Qué podría ser la venganza de Dios?, que El nos reciba tras nuestro quebranto y arrepentimiento, ahí es cuando Dios nos ha derrotando por su amor perfecto exento de pecado.

            Por lo tanto, una persona que ha recibido y crecido en el conocimiento de la Verdad y decide por voluntad propia alejarse de Dios para volver al pecado, a una vida sin rastros de santidad, ni gracia, no invalida de ninguna manera el amor de Dios, sino que, el mismo por su propia rebeldía decidió alejarse del amor del Padre para hacer de su vida una prisión de obscuridad. Seamos precavidos, el pecado endurece el corazón, no sea que por nuestra rebeldía perdamos la sensibilidad y no seamos capaces de volver al Dios que nos ama. ¿Hace cuanto que no comemos la Eucaristía?.