Cuando un cantante importante llega a la ciudad
y por cortesía se reparten boletos estos se agotan con facilidad. Se revenden entradas,
se paga el doble ó tres veces más para poder entrar. La gente duerme a las
afueras del recinto para tomar los mejores lugares. Las vialidades y avenidas
se congestionan por el interés de los asistentes. Desde lejos se aprecian fanáticos
en las azoteas que al no poder entrar intentan disfrutar algo desde ahí. Terminado
el evento, quienes acudieron presumen con sus amistades aquello que disfrutaron;
fotos, camisas, autógrafos ó el boleto mismo. Siempre estarán los más decididos
que esperan a las afueras del hotel ó el aeropuerto para apreciar la llegada ó
partida del cantante. Estos son
arrebatos de una fanaticada que haría lo que fuera para estar cerca de
su artista.
Imaginen al reino de los cielos como ese evento
en un recinto de asientos numerados y cupo limitado. Si esto fuese así, creo
que a las afueras habría filas y más filas de gente pidiendo entrar, pero como
el corazón de Dios es muchísimo más amplio que el número de personas que han
habitado este mundo quizá sucede al revés, hay más butacas vacías que
asistentes.
En el evangelio de San Mateo, Cristo expresa
algo sobre el reino; “Yo se lo digo: de entre los hijos de mujer no se ha
manifestado uno más grande que Juan Bautista, y sin embargo el más pequeño en
el Reino de los Cielos es más que él. Desde los días de Juan Bautista hasta
ahora el Reino de Dios es cosa que se conquista, y los más decididos son los
que se adueñan de él” (Cap. 11, V. 11,12). Dios jamás numero butacas pero si
hay un lugar con tu nombre, el asunto es nuestro interés. Su reino es un regalo
pero no es una “baratija”, se requiere un esfuerzo para tomar el cielo y
hacerlo entrar en nosotros. Esto es vivir según sus mandamientos.
En el intento de llevar una vida más pura, muchos
católicos abandonaron la Iglesia, se sumaron alguna secta y rompen radicalmente
con hábitos pasados participando con ánimo en su nueva religión, pero cuando
fueron católicos eran apáticos a las invitaciones pastorales en la Iglesia ó no
prestaban atención a las homilías. Sin afán de juzgarlos, entiendo su afán por
purificarse y comprometerse con su nuevo credo. Esto es un arrebato para llegar
a ese reino, pero no olvidemos, según la biblia, el sectarismo es algo
reprobado, es un pecado. Es mucho más perfecto alcanzar el reino dentro del
cuerpo de Cristo que fuera de Él, si es que puede ser alcanzado desde una secta,
eso lo decidirá solo Dios.
En los textos de San Mateo, es Cristo quien invita
al ser humano a romper con todo aquello que lo limita en su proceso de
salvación y santidad. En ocasiones es la parroquia misma la que no permite que
el creyente se desarrolle, convirtiéndose aquel templo en “la burocracia del
reino de los cielos” donde las intenciones están pero nada sucede. Sin culpar a
ningún sacerdote pues todos están saturados de actividades, Cristo se refiere
al reino como algo que debe ser conquistado, la decisión está en cada bautizado.
Los boletos están puestos sobre la mesa y no se acaban, lo que se acaba es el
tiempo.