A petición de una amiga compartiré algunas anécdotas e
historia de inmigrantes. Desde hace varios años he visitado de modo esporádico el
Instituto Nacional de Migración. El INM se encarga de la detención de inmigrantes
extranjeros dentro del territorio nacional, su objetivo es deportarlos. Estas
estancias migratorias funcionan como pequeños reclusorios donde los inmigrantes
son privados de su libertad por el hecho de circular dentro del territorio
nacional sin documentos que acrediten su acceso y estancia legal en el país.
Bajo la visión he tratado de no ser maniqueo; “inmigrantes
buenos - agentes fronterizos malos”, simplemente trato de ver a las partes como
personas que por distintas circunstancias convergen en este evento. De esta
experiencia viene a mi memoria la situación que vivió San Pablo cuando fue
detenido en Filipo (Hechos 16:16-40) y la relación que tuvo con su carcelero (el
apóstol fue atendido por la familia del carcelero, él les anuncio el evangelio
y los bautizo). Por la situación del claustro pueden surgir relaciones de
amistad entre el detenido y el custodio más allá del paradigma provocado por
una situación política, pues solo son seres humanos que conviven todos los días
en un calabozo.
Tras el cambio de administración Federal y la nueva política
migratoria impuesta por Estados Unidos, el número de detenciones de inmigrantes
se ha incrementado notoriamente. En la estancia migratoria que suelo visitar
(Blvd. Paseo Río Sonora), en años anteriores era común ver un máximo de 60 – 75
inmigrantes detenidos, en su mayoría centro americanos; Honduras, Salvador,
Guatemala y el resto de otros países, Cuba, Nicaragua, Haití, India.
Actualmente es común encontrar 120 – 180 personas detenidas, esto hace que la
Institución se vea rebasada y las condiciones se vuelvan más adversas; recursos
insuficientes para atender su higiene personal, letargo burocrático para
aquellos que están tramitando asilo político, hacinamiento y superficie
insuficiente que provoca rencillas y riñas entre ellos, mayor restricción para
los interesados en hacer visitas, etc. Esta situación se multiplica a lo largo
del país.
Del universo de inmigrantes que me ha tocado presenciar,
la mayoría son jóvenes de entre 16 – 27 años de edad, es entendible que buscan
la oportunidad de construir su vida bajo mejores condiciones atreviéndose a
vivir la aventura de su juventud. Sin el afán de juzgarlos, me doy cuenta que
la realidad tajante para salir adelante es el estudio y la disciplina laboral, todo
joven que desee tener algo en la vida -en su país o en el país ajeno- debe
abrazar esa idea. Por otra parte, la cantidad de hombres adultos con una edad
superior a los 35 años es menor.
Más allá del motivo laboral, están aquellos que emigran
por una situación familiar y los que necesitan refugio a consecuencia de la
violencia que se vive en sus países. Dentro de las anécdotas que mas vienen a
mi memoria está la de un adolescente centro americano, su familia pagó 7 mil dólares
para que fuese trasladado por vía terrestre desde su país hasta el norte de
E.U., por esa cantidad hubiese sido más fácil trasladarse en avión pero E.U. le
negó la visa en tres ocasiones y para él era necesario encontrarse con sus familiares,
su pueblo natal fue tomado por el crimen organizado. También recuerdo el caso de
un profesor de matemáticas Náhualt –hombre culto- que emigraba al lado de sus
hijas y su nieta para encontrarse con el resto de su familia en Norteamérica.
Para terminar, los casos más recientes son los de tres
personas, un joven de Honduras y una pareja del Salvador, ellos estuvieron
recluidos en el INM de Hermosillo y acaban de recibir visas humanitarias para
permanecer legalmente en el país, actualmente buscan empleo en nuestra ciudad. Si
usted sabe de alguna oportunidad para que estos inmigrantes puedan emplearse en
Hermosillo, no dude en escribirme.