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domingo, 19 de enero de 2020

La Iglesia en la cultura de la democracia


            La democracia es un sistema para la organización política donde los gobernados por medio de elecciones libres eligen a sus Gobernantes y representantes. La cultura de la democracia es algo de todos los días, permea no solo en el ámbito político sino en el encuentro entre grupos bajo el pensamiento de la inclusión buscando escuchar todas las voces; indígenas, migrantes, discapacitados, ancianos, mujeres, niños, etc. El núcleo familiar se ve influenciado por la cultura de la democracia abriendo espacios para la opinión de los hijos y los conyugues en la toma de decisiones; qué comer, dónde convivir, dónde estudiar, etc. La cultura de la democracia exige estructuras de gobierno horizontal y no vertical.
            La Iglesia, una institución con más de dos mil años de existencia no fue creada dentro de una cultura democrática sino teocrática, y esto no le viene por sí misma, tal paradigma es herencia que proviene del judaísmo; es Jesús el rey de los judíos. Es en el antiguo testamento donde se plasma la solicitud del pueblo de Israel para instaurar un régimen teocrático, sustituyendo al sistema de los jueces, Dios elige a Saúl como primer rey y le da un fuero. Esta concepción del poder es la característica de la teocracia, el poder llega desde el cielo y recae en los elegidos, los reyes y sacerdotes, para gobernar al pueblo., las revueltas del pueblo de Israel contra la voz del poder divino representado en los profetas serán plasmadas en las Sagradas Escrituras como poderes fácticos bajo el seudónimo de “falsos profetas”.  
            Siendo la Iglesia moderna una institución que carga la estructura de una Iglesia nacida en un contexto teocrático se vuelve en un estigma –hasta adversario- para el pensamiento demócrata que busca la participación de todos, sin embargo, debemos observar, la democracia tampoco es plural y abierta, en términos electorales la restringe para inmigrantes, menores de edad y ciudadanos con credencial vencida, y los requisitos que exige la democracia para que ciudadanos conformen nuevos partidos políticos pone en duda la democracia del sistema democrático. En la conformación de gobiernos; eclesiástico o laico, resulta más posible para cualquier hombre soltero entrar al seminario –sin importar su origen y estrato social- y convertirse en parte del gobierno eclesial de Jesucristo a entrar a algún partido político con la esperanza de gobernar algo. ¿Qué sistema resulta más inclusivo y equitativo?, ¿el teocrático o el demócrata laico?. 
            Para convivir y funcionar como Iglesia dentro de la cultura de la democracia, sin echar al suelo su estructura vertical (el Papa, el obispo, el sacerdote), ni la fe y el dogma, de que tales figuras poseen legitimidad para impartir cátedra y sacramentos, debemos notar que Cristo propone el gobierno de la cruz, ni vertical, ni horizontal sino la conjugación de ambas; vertical en el sentido de que solo existió un apóstol San Pedro con una promesa irrevocable, y horizontal porque el cristianismo expresa a un Dios que se despojo de sí mismo y tomo forma de siervo para estar entre nosotros. De esta forma, todo creyente incluso el más infame, tiene acceso por la conversión al Dios que lo acompaña –de tu a tu, del Cristo que entiende el sufrimiento humano pues él lo padeció- recibiendo educación en un sistema vertical como discípulo que recibe guía de sus maestros.       
            Un segundo punto importante para convivir como Iglesia en la cultura de la democracia, es el llamado que Dios hace a los hombres y estos votan de modo libre en su conciencia. Dios convoca a un proyecto de manera democrática –La Iglesia- pero son los individuos quienes deciden vivir el proyecto o no, participar o no. El libre albedrio es una facultad reconocida y aceptada en el pensamiento de la Iglesia, pero la libertad para que sea eficaz debe ser ejercida sin ignorancia y tal aprendizaje puede tomar toda la vida. Sin conocimiento no funciona ni la democracia, ni la Iglesia, solo se impone la dictadura de la ignorancia.