En una reunión con amigos, alguien comento “creo
que no confío en Dios lo suficiente…”, conteste: “¿Cómo lo sabes?”. Muchos nos
hemos realizado la pregunta partiendo desde el prejuicio pensando que no nos
fiamos de Dios lo suficiente, creo que Dios tampoco exigirá más de lo que
podamos ofrecerle, aunque siempre nos invitara a dar algo más cuando podemos
darlo.
Pero, ¿Cómo sabemos que no confiamos en Dios?.
En primer lugar, hacerse la pregunta tiene en si un valor, una virtud, no
cualquiera se pregunta tal cosa, quien se cuestiona, lo hace en un intento de
confiar en Dios de modo correcto. Entonces, más que sufrir por la interrogante
debemos alegrarnos porque nuestro interés está en agradar a Dios, y eso, será
bien recibido por Él. Creer que no confiamos en Dios puede ser también una
tentación de Satán para no disfrutar y lamentarnos por nuestra incapacidad
humana. Confiamos en Dios porque tenemos fe. No debemos sufrir creyendo que
vendrán pruebas que no podremos superar, ya lo dijo Jesús; “no se preocupen por el día de mañana, el día
de mañana traerá su propio afán…” (S. Mateo 6:34).
¿Cómo sabemos que no confiamos en Dios cuando Él
nos regalo la vida, nos dio casa, trabajo y alimento?, ¿estaremos mortificados
creyendo que no confiamos en Dios lo suficiente para no disfrutar lo que Dios
nos dio?. Debemos entender que Dios llama al hombre para disfrutar porque Dios
nos invita al Edén eterno. Cuando un hombre se arrepiente de su mala vida esta
confiando en Dios, está admitiendo que Dios ofrece una mejor vida para
disfrutar y el arrepentimiento es el primer paso de esa confianza.
Desde el canon ético, confía en Dios aquel que
se fía de sus mandamientos –aunque no tenga religión- desde el punto de vista
religioso, confía en Dios aquel que cree que Jesús es el mesías –aunque no
participe de la Iglesia- desde el punto dogmatico, confía en Dios aquel que se
fía de las promesas de Jesús entregadas a sus apóstoles –aunque no logre
entenderlas ó las entienda- Desde la generalidad, confía en Dios aquel que
cree, aquel que entiende que la creación esta mas allá de lo que vemos y
tocamos. Confía en Dios el que puede hacer daño y no lo hace, aquel que opta
por hacer el bien.
La vida de fe es parecida a la vida humana; de
niños nuestros padres están al cuidado de nosotros, se manifiestan en cualquier
momento e instante, en la edad adulta pasamos más tiempo en las obligaciones,
vemos poco a nuestros padres pero sabemos que están ahí. Cuando experimentamos la
conversión, en el despertar a la vida de fe, Dios parece evidente, se
manifiesta en experiencias de vida que se vuelven inolvidables, conforme pasa
el tiempo aquellas manifestaciones son esporádicas ó nulas. Esta ausencia es la
invitación que Dios nos hace para confiar más allá de lo vivido. Somos sus
hijos.
De esto puedo contar una historia, había dos
hombres, uno hacia oración y quería sentir la presencia de Dios en cada
oración, otro, cuando hacia oración no prestaba importancia si sentía ó no, el
lo hacía. ¿Cuál de los dos confiaba más?, creo que el segundo porque se
necesita más fe para orar y no sentir nada. El argumento es que Dios sigue ahí
sin importar si lo sentimos ó no. Dios está con nosotros.
Espero que quienes experimentaron una conversión
no alimenten su fe solo por emociones. Es bueno buscar las cosas que nos hacen sentir cerca de Dios, solo debemos entender que cuando no sintamos nada,
debemos seguir ahí porque Dios sigue ahí.