viernes, 12 de diciembre de 2008

Sed santos porque Yo soy santo.

Dios los bendiga.

“Por lo tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la Revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia, más bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra conducta, como dice la Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo”. (1era de Pedro 1:13-16)

Navidad y adviento es tiempo de guardar y de velar, de reconciliación y santidad y no de desenfreno, hoy y siempre la iglesia predica un evangelio que no se impone a la fuerza pues el amor no puede imponerse, ni obligarse, pues de Dios nace dar libre albedrío a los hombres y por tanto nosotros como Iglesia no podemos obligar si Dios no obliga. En lo personal cuando alguien me pregunta; “Dios a pesar de ser tan bueno ¿manda al infierno a los hombres? pensando que es una contradicción, simplemente contesto; Dios es mas bueno de lo que podemos imaginar ó entender, Dios no va mandar a nadie al infierno, al contrario las personas solitas dan con ese lugar, pues si por Dios fuera los salvara a todos, pero Dios respeta las decisiones de los hombres, pues Dios es justo e imponer su amor seria algo injusto”.

Dios pide santidad para sus hijos porque Dios es santo, pero lo pide desde el amor, no desde la ira, como el padre que desea lo mejor para sus hijos y la santidad no es otra cosa que estar apartado de toda maldad e injusticia (¿Qué padre no desea que su hijo se aparte del mal y sigua sus enseñanzas para que se convierta en hombre de bien?). Al pedirnos santidad, Dios dice; “Sean como Yo, imítenme a mi que soy su Padre” y los Padres siempre buscan lo mejor para sus hijos, pues la verdadera vida se vive en la inocencia y no me refiero a la inocencia de ignorar ó desconocer el mal, sino de estar libre de cargos de conciencia, de estar en paz y armonía con todos aun con quienes desean el mal para nosotros y esto solo se logra través de la gracia de Dios por el perdón, pues una vida llena de resentimientos, odios y venganzas es más bien una condena.

La santidad y la pureza solicitada por Dios para sus hijos, no es solo para los tiempos de adviento, sino para toda la vida terrena liberándonos de la corrupción de nuestro cuerpo en la muerte, para convertirnos por Dios en criaturas santas para siempre (libres de la maldad). No pensemos ó creamos que; “ha mas santidad Dios nos amara mas ó a mas pecados Dios nos ama menos”, esto no es así, Dios nos ama siempre pues aunque busquemos ser sin pecado Dios sabe que esto no lo podemos alcanzar y por esto Dios nos ha alcanzado, pues por la caída de Adán toda la humanidad participa de la imperfección pero por gracia de Jesucristo alcanzaremos la perfección. Así que Dios no ama al hombre porque sea perfectos ó no, sino que Dios ha decido amarlo y por este amor desea su salvación, de ahí su entrega en la crucifixión.

Quien se decide por vivir en santidad manifiesta en su deseo que ama a Dios, aunque en esa lucha contra si mismo no logre alcanzar la santidad que anhela. No pensemos que la santidad es exclusiva de religiosos, sacerdotes y obispos, sino que todos por amor a Dios a través del Espíritu podemos ser santos.

Cuando Dios nos dice; “Sed santos porque yo soy santo”, realmente nos dice; “Sean puros pues deseo que sean a mi imagen y semejanza, su arrepentimiento es amor hacia a mí y por este amor a través mi Espíritu, Cuerpo y Sangre los transformare, sean santos porque deseo que estén conmigo en mi gloria”.