lunes, 2 de diciembre de 2013

Atraer al creyente

            Como arquitecto participo en el proyecto de construcción de mi parroquia. Me interesa que el inmueble luzca ordenado, con estética digna, sin despilfarrar los recursos de la comunidad. Dentro de los fieles que acuden a mi parroquia he escuchado comentarios como “arreglemos la Iglesia para que venga la gente”, como si la llegada de congregantes estuviese relacionada con la estética del inmueble. Es correcto que debemos esmerarnos para que la Iglesia luzca lo mejor posible. En mi opinión, la Iglesia Católica no necesita llenar sus bancas con gente que acude a misa porque el inmueble luce bien, ¿Qué clase de fieles son esos?.
            Hace poco acudí a la plática del expastor evangélico Salvador Melara convertido al catolicismo. En el preámbulo, unos jóvenes tocaban música, danzaban e invitaban a levantar las manos y cantar. Sentía que aquello emulaba un culto evangélico. Por un lado supongo que estas formas están hechas para “atraer a la gente”. No estoy en contra de tener reuniones “avivadas”, con cultos donde la gente baile y grite. Sin embargo, creo que la Iglesia Católica no necesita llenar sus bancas con gente que va a las reuniones porque les gusto la música ò los bailes, pues el día que no tengan nada de eso lo más probable es que esa gente dejara de asistir, y ¿Qué clase de fieles son esos?.
            Los pastores evangélicos como Melara convertidos al catolicismo no vinieron a nuestra Iglesia por la música, ni los bailes, sino por la realidad y riqueza teológica que custodia la Iglesia.
            Cabe señalar. Una realidad entre las denominaciones de los hermanos separados es que cuando los fieles se aburren de la rutina del “avivamiento”, esto es, la música, el baile ò la predicación emotiva, los fieles se van y buscan otro grupo que los motive. Entonces, para mí, no tiene mucho sentido que los católicos se esfuercen por emular los cultos evangélicos, pues, a final de cuentas cuando la gente ya no le satisface el culto, emigra. En la Iglesia católica existe un fenómeno similar: cuando un católico se enfada de una parroquia se va a otra ò va siempre tras un sacerdote porque ese lo motiva y jamás echa raíz en una parroquia. Es un proceso natural de todo creyente, pero debemos decidirnos por crecer, hacer comunidad en una parroquia, dar frutos como servidores, maestros y apropiarnos de las obligaciones en la comunidad.  
            Sobre la nueva evangelización, me gusta el pensamiento de Francisco I: “al culto de la misa no necesitamos cambiarle nada para que la gente venga”. Yo añado, quien desee ir a misa vendrá sin importarle el inmueble, las canciones, lo rutinario y quien desea irse encontrara cualquier pretexto.
            Para atraer a la gente, la clave es el evangelio, no la música, ni el inmueble. La gente vendrá si lo vivimos, lo anunciamos y sobre todo, si pedimos a Dios que los añada. Si nos centráramos en el Espíritu, dejaríamos de preocuparnos por el “numero” que es una vanidad. ¿Qué importa si somos pocos?, lo que importa es el discipulado. 
            Francisco I tiene una reflexión sobre “la devaluación del evangelio”. Afirma que: “si un grupo católico convoca a una marcha anti gay ò anti abortista, los bautizados somos capaces de llenar calles completas”, pero añade: “cuando la Iglesia invita a evangelizar, a salir a las calles para proclamar el evangelio, los bautizados ya no van”, es irónico y decepcionante. Jesús nos llama para anunciar el evangelio, la moral es una consecuencia de la gracia. El centro es el evangelio. Lo mismo hacemos nosotros cuando queremos atraer a la gente con cosas circundantes al evangelio: “inmuebles, cantos, novedades y entretenimiento”, pero no con el evangelio en sí.
            La Iglesia del siglo I, encabezada por Pedro y los once, vivió en una sociedad más degradada que la nuestra. Sus únicas armas: el evangelio y el Espíritu Santo. Ellos lo vivían, lo anunciaban y la gente de buen corazón se convertía gracias al Espíritu Santo. No lo olvidemos.