martes, 17 de diciembre de 2013

El génesis y la creación

         Hace poco, en una reunión de amigos salieron a relucir los temas religiosos, en la retorica, uno de los asistentes afirmo que creía en la evolución, supongo que lo menciono como antítesis del relato de “la creación” que aparece en el libro del génesis.
            Es común que, cuando se toquen temas religiosos se mencione la ciencia, pero, hasta la fecha, me sigue sorprendiendo que no se distingan las diferencias entre el lenguaje religioso y el lenguaje científico. El primero tiene que ver con el Espíritu, el segundo con las evidencias y la comprobación. Como ejemplo, para distinguir diferencias de lenguajes, citare el pensamiento del escritor Eduardo Galeano: “la ciencia de me dijo que los hombres estaban formados de partículas, pero la vida me demostró que los hombres estamos formados de historias”. Galeano en su reflexión toca una realidad humana que la ciencia no puede abarcar, la historia detrás de cada persona marca lo que la persona es. La filosofía, la religión y la ciencia son expresiones enriquecedoras.   
            Sobre “la creación” del génesis, primero debemos partir de algo fundamental en toda lectura: “¿Quién es el autor y quiénes son los destinatarios?”. El autor de los cinco primeros libros de la biblia es Moisés. Originalmente el destinatario era Israel, el libro era exclusivo de la religión de los hebreos, llamado en el judaísmo como “Bereshit” que significa “en el principio” (génesis).  
            Moisés no escribe para una sociedad moderna como la nuestra, ni se basa en la arqueología, ni trata de dar una explicación científica del origen de la creación, sino que, se apoya en las creencias de los hebreos para hacer un compendio de la fe de su pueblo, que hasta ese momento compartía el credo de modo oral.
            Si hoy leemos “la creación” sin poner atención al contexto, podemos perdernos la riqueza del pasaje. “La creación” propone algo sumamente innovador para su tiempo, contiene una espiritualidad invaluable, y estamos tan acostumbrados a los conceptos que emanaron del texto que no somos capaces distinguirlos, porque están casi en el subconsciente de cualquier persona.
            Moisés en tiempos del politeísmo propone el monoteísmo: “en el principio Dios creó…” (Génesis 1:1-31), no son dioses los cielos y los mares, ni las creaturas, ni el sol, ni la luna como afirmaban las culturas paganas. Por lo tanto, no ameritan culto y mucho menos sacrificios humanos como acostumbraban los pueblos paganos circunvecinos.
            La revelación traída por Moisés sostiene que todos los hombres somos iguales, porque tuvimos un mismo origen: “Adán y Eva” (Gen. 1:28, 3:20). Entabla una hermandad entre toda la especie humana, a pesar de que los paganos no pensaran de la misma forma e hicieran distinciones entre etnias.
            Afirma que la creación fue hecha en siete días, mencionando un día de descanso para Dios (Gen. 2:2,3). Lo trascendental del texto no es “si Dios se cansa”, sino la introducción del día de descanso en el mundo antiguo. Hoy, hasta los ateos descansan un día a la semana, lo consideran un derecho de todo ser humano, pero el mundo antiguo no pensaba así, los hombres eran dueños de la vida de los hombres, esclavos.    
            También sostiene que el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (Gen. 1:27), otorgándonos un lazo especial entre el creador y los hombres por encima de toda la creación. Aunque el sol sea el centro de nuestro universo, las aguas se conviertan en grandes océanos, toda la raza humana tiene un sello que lo caracteriza por encima de todo lo creado.
            Para mí, el gran milagro del génesis es la capacidad que tuvo el pueblo hebreo para entregar desde el tiempo antiguo tal grado sabiduría, esa es la divina revelación, el pensamiento expresado en el monoteísmo, la hermandad entre todos los hombres, el derecho al descanso y la semejanza con el creador. ¡Amén!.