lunes, 2 de diciembre de 2013

Helloween

            Antes me oponía a la práctica del helloween afirmando que su pasado proviene de un rito no cristiano, tampoco soy un promotor, sin embargo, me he dado cuenta que si yo me opusiera a todas las cosas que provienen de ritos paganos tendría que incluir al mismo “tamal”, usado por sacerdotes prehispánicos donde la carne al interior de la masa eran viseras de hombres y mujeres sacrificados a las deidades. Hoy cuando comemos tamales jamás pensamos en su origen, mucho menos en dar culto a las deidades, ni en restaurar los sacrificios humanos. Tras la evangelización, el tamal quedo “purificado”, por así decirlo.   
            Sobre mi infancia y el helloween, recuerdo la primera vez que escuche de ello porque un amigo me invito: “esta tarde iremos a pedir helloween”, “¿Qué es eso?” pregunte y contesto: “nos disfrazamos y pedimos dulces de casa en casa…”. Al día siguiente me mostro todos los dulces que había juntado y quede impresionado, a partir de ahí, empecé a pedir dulces junto con ellos. Cuando llegue a la adolescencia deje de hacerlo por considerarlo una práctica para niños.
            Probablemente los cristianos en nuestra oposición nos convertimos en informantes de lo que el helloween fue: “una fiesta de brujos y adoración ocultista”, etc. Sin embargo, creo que los niños solo asocian el helloween con dulces y disfraces, porque es lo que les interesa, así como usted asocia el tamal a una comida mexicana y no a un alimento consagrado a los ídolos que implicaba canibalismo.
            Así como la evangelización purifico el tamal, nosotros estamos invitados a purificar todas las cosas. Ningún pecado veo en el hecho de que un niño pida dulces de casa en casa usando disfraz, incluso, ¿podríamos instruirlos de alguna manera?, buscar esa cultura del encuentro de la cual habla Francisco I para poder entablar un dialogo en el lenguaje de los niños. Por ejemplo, junto a los niños, podemos hacer oración por los dulces recaudados para que Dios los purifique y bendiga los hogares, ò usar la época para recordarles a los niños que por la resurrección el bien ha vencido al mal y asociarlo a la tradición de la piñata, introducir todos los dulces recaudados a una piñata tradicional de siete conos donde según la tradición de la piñata cada cono representa uno de los siete pecados capitales y darle de palos. También, ¿por qué no aplicar la ley del diezmo?, supongamos que, de todos los dulces que los niños junten, se aparte el 10% para que los niños los compartan con los niños enfermos que no pueden caminar.
            Estas ideas pueden ser aprovechadas desde la familia, sin ser un catecismo de parroquia. Cada parroquia tendrá su actividad acorde a la liturgia de la Iglesia. No hay que llevar el helloween a la Iglesia, sino más bien usar el helloween para propiciar actitudes cristianas en los niños. Dios no es un ser lleno de prohibiciones. Dios no está peleado con el acto de “pedir dulces y usar disfraz”, ni con el acto de “comer masa con carne de res”. Dios solo se opone al pecado, que es la maldad, la idolatría, al egoísmo, los vicios, la superstición, la brujería, etc.

            Hasta este punto, como adultos tenemos que ver la viga de nuestro ojo. Lo más fácil es prohibir y oponerse, sin hacer nada por encontrar ese punto que nos conecte con los intereses y deseos del otro. Lo más importante no es la prohibición del helloween, sino la obligación que tenemos como padres católicos para instruir a nuestros hijos en el camino de fe. Dios debe ser seguido por amor, el que ama por amor crece y se abstiene de aquello que no le conviene.