martes, 17 de diciembre de 2013

Escribiendo sobre el suelo

Uno de los pasajes bíblicos más conocidos es el de “Jesús y la mujer adultera”, donde un grupo de fariseos usan de pretexto esta acusación para tentar a Jesús confrontándolo con las leyes de Moisés. Mientras que Jesús se inclina para escribir frases desconocidas en el suelo.

            Dicho pasaje se encuentra en el evangelio de San Juan, escrito de tal forma: “Y Jesús se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?. Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?. Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. (San Juan 8:1-11).
            Aunque la respuesta de Jesús es sabia, pues en su contexto judío no invalida la ley de Moisés, sino más bien, es la desobediencia de todos a la totalidad de la ley de Moisés lo que impide la lapidación de la adultera: “quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. El cristianismo nació bajo este pilar: “todos somos culpables de algo”, por lo tanto, no podemos tirar la piedra a nadie, podemos acceder al perdón divino por medio del arrepentimiento.
            Pero, la duda de muchos es, ¿qué escribía Jesús en el suelo?, ¿era alguna costumbre judía?, ¿era un dibujo?, ¿un mensaje ò qué?. Aunque podemos especular, no existe una afirmación exacta sobre el texto que Jesús escribió. Podría decir que “el Verbo encarnado escribía en tierra la ley del perdón”, ò que “la tierra de Jerusalén quedo escrita por el dedo de Dios”.
            Como no sabemos “que fue lo que Jesús escribió”, podemos analizar el acto. Lo interesante es el acto físico, el inclinarse hacia la tierra cuando las personas presentan acusaciones contra otro. Si hubiésemos estado en los zapatos de Jesús habríamos experimentado satisfacción de que los maestros de la ley acudan ante nosotros para decidir en las leyes del Antiguo Testamento. Esta visita conlleva reconocer la influencia y la autoridad de Jesús como maestro en Jerusalén. Si Jesús hubiese sido un rabino intrascendente, los fariseos lo hubiesen ignorado. Sin embargo, Jesús ante la visita no se enaltece, más bien, se inclina para escribir un texto desconocido en el suelo.
            Mirando más allá de la enseñanza “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”,  debiésemos imitar esta actitud y recibir a los acusados de tal forma: inclinados, en un nivel más bajo. Este sentir es muy acorde a lo que San Pablo enseño: “No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos” (Filipenses 2:3).
            ¿Es común que en la religión, los letrados y los devotos sientan ciertos privilegios ante Dios por encima de los pecadores?, ¡si, es común!, quizá si ponemos nuestra presunción de cuclillas más personas se acercarían. ¡Amén!.