Un hombre que comulgaba a diario, un día se percato que había caído en la rutina, realmente no tenia pecados graves, más bien vivía abrazado a pecados veniales, así que iba al sagrario y se arrodillaba dos ó tres minutos y se incorporaba a la misa; “yo confieso ante Dios todo poderoso y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. . .”, al final de la consagración se incorporaba a las filas al momento de comulgar.
Así se le pasaron varios días y se le juntaron varios meses. Un día, su conciencia lo empezó a llamar; ¿Cuándo te vas a confesar?, y pensaba; “tengo que hacerlo esta semana”, “lo hare el sábado”, “se que no he hecho nada tan malo, pero debo confesarme. . .” y el sábado llegaba y se le olvidaba, y así se le juntaba otra semana más.
Un día tuvo un sueño donde se veía haciendo fila para comulgar, al llegar su turno; el párroco detenía la ostia y le preguntaba; “¿te vas a confesar? Quiero que me digas para entonces darte este pan. . .”
Aquel sueño empezó a inquietarlo y comenzó a reflexionar sobre la confesión y sus “pecados no tan graves”, en las misas pensaba; “veo una fila de personas al momento de comulgar, pero al momento de la confesión no veo que se acerquen con aquella comodidad”. Recordando los dolores de aquel sueño pensó; “hasta que me confiese comulgare, antes no”, el hombre pensó confesarse al día siguiente, pero no pudo, el miedo le gano y los días se le pasaban, ahora se entristecía por la decisión que había tomado, pues quería el sacramento y cada día de decidía era un día más a su tristeza.
Una noche, un ángel de Dios le llamo en sueño y le dijo; “Hay una gran soberbia en querer comulgar todos los días sin confesión constante, ¿Qué están tratando de demostrar?, observa tus obras y mírate en el espejo de los mandamientos, recuerda lo que Pablo dijo; Si la conciencia no los acusa de nada no por esto son inocentes, quien los juzgara será Dios y no su conciencia”.
Al momento despertó, y busco en los ojos de los mandamientos, tras esto, preparo una buena confesión, enumero sus pecados y los escribió en una hoja, se percato que tenía más faltas de las que pensaba, al mismo día visito la parroquia, busco al sacerdote y dio su confesión, al terminar el sacerdote le dijo; “Haz hecho una buena confesión, yo te absuelvo de todos tus pecados en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Así se le pasaron varios días y se le juntaron varios meses. Un día, su conciencia lo empezó a llamar; ¿Cuándo te vas a confesar?, y pensaba; “tengo que hacerlo esta semana”, “lo hare el sábado”, “se que no he hecho nada tan malo, pero debo confesarme. . .” y el sábado llegaba y se le olvidaba, y así se le juntaba otra semana más.
Un día tuvo un sueño donde se veía haciendo fila para comulgar, al llegar su turno; el párroco detenía la ostia y le preguntaba; “¿te vas a confesar? Quiero que me digas para entonces darte este pan. . .”
Aquel sueño empezó a inquietarlo y comenzó a reflexionar sobre la confesión y sus “pecados no tan graves”, en las misas pensaba; “veo una fila de personas al momento de comulgar, pero al momento de la confesión no veo que se acerquen con aquella comodidad”. Recordando los dolores de aquel sueño pensó; “hasta que me confiese comulgare, antes no”, el hombre pensó confesarse al día siguiente, pero no pudo, el miedo le gano y los días se le pasaban, ahora se entristecía por la decisión que había tomado, pues quería el sacramento y cada día de decidía era un día más a su tristeza.
Una noche, un ángel de Dios le llamo en sueño y le dijo; “Hay una gran soberbia en querer comulgar todos los días sin confesión constante, ¿Qué están tratando de demostrar?, observa tus obras y mírate en el espejo de los mandamientos, recuerda lo que Pablo dijo; Si la conciencia no los acusa de nada no por esto son inocentes, quien los juzgara será Dios y no su conciencia”.
Al momento despertó, y busco en los ojos de los mandamientos, tras esto, preparo una buena confesión, enumero sus pecados y los escribió en una hoja, se percato que tenía más faltas de las que pensaba, al mismo día visito la parroquia, busco al sacerdote y dio su confesión, al terminar el sacerdote le dijo; “Haz hecho una buena confesión, yo te absuelvo de todos tus pecados en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.