En una ocasión un ateo retaba a un grupo de creyentes. Éste les decía de la siguiente manera;“Convénzanme de que Dios existe”. Uno contestó; “Bueno, el anuncio de Cristo no es un asunto de convencimiento a terceros, pues ya lo dijo Jesús: toca y se te abrirá, busca y encontrarás, quien pide recibe. Esta por demás entrar en una discusión, mejor, el día que tengas deseos de conocer a Dios simplemente búscalo y lo encontraras. Porque si ya haz escuchado hablar de Jesús, ¿Qué acaso no existe el libre albedrío?, ó ¿Cómo podremos convencerte de la existencia de Dios?, si así fuera, ¿Que utilidad tendría la fe?”. Muchos de nosotros estamos acostumbrados a que algunos nos hostiguen con comentarios referentes al tema de Dios ó la religión. Nosotros como creyentes podemos compartir anécdotas que lleven a la fe, pero el abrirse a este don es decisión de quien escucha. La fe es gratuita para quien la busca.
Previo a la resurrección de Cristo, los discípulos anunciaron en Israel la venida del Reino de Dios, que consistía en proclamar a los Israelitas la llegada del Salvador. Los textos sagrados describen: “Y si en algún lugar no los reciben ni escuchan sus palabras, salgan de esa familia o de esa ciudad, sacudiendo el polvo de los pies”(Mateo 10:14). Este anuncio no tenia la finalidad de convencer ó discutir sino simplemente anunciar. Después de la resurrección de Jesús, la Iglesia naciente recibirá la gran comisión que consiste en comunicar la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo, esto es el evangelio.
El Apóstol San Pablo realizó varios viajes con el fin de difundir el evangelio, y debemos decir que el Apóstol no anunciaba el evangelio donde ya hubiese sido anunciado, pues así lo dijo en una de sus cartas: “Pero he tenido cuidado, y de esto me honro, de no predicar en lugares donde ya se conocía a Cristo, y de no aprovecharme de bases puestas por otros” (Romanos 15:20). San Pablo se abstenía de evangelizar en las comunidades ya evangelizadas, al decir “no aprovecharme de la labor de otros” se refiere a la labor iniciada por la Iglesia en ese lugar. Evangelizar no consiste solo en ir a difundir la fe, sino que trae consigo la responsabilidad de adoctrinar en la fe. Sin doctrina firme, solo se multiplicara la confusión y esto llevara a las divisiones y los pleitos. La evangelización desde el siglo primero fue una labor estructurada y no disgregada.
Aunque el nombre de Jesucristo es conocido en nuestra comunidad, no por esto dejaremos de hablar de Cristo. Pero debemos comunicar a Jesús de forma estructurada, como creyentes en un solo cuerpo, no desarticulados unos de otros, pues antes de nosotros hubieron hombres que emprendieron arduas travesías para traer el evangelio a estas tierras, y hablaron de Cristo a los nativos que jamás habían escuchado un mensaje igual. Esta es la evangelización de la que habla San Pablo, a esto se refiere en no competir con la labor emprendida por otros.
Si San Pablo viviera hoy entre nosotros, quizá se abstendría de evangelizar a los ya evangelizados, pero lo haría para convertirse en maestro ó para ser recibido como forastero que busca tierras donde nadie conozca a Jesús. Si San Pablo viviera, sin duda se sumaria a la labor emprendida por otros, para dar ejemplo a los creyentes y los no creyentes de que la fe Cristiana debe conservar un mismo hablar, un mismo sentir y ser un solo cuerpo.
Vivamos pues tal unidad, construyendo sobre la obra que otros creyentes iniciaron.
Previo a la resurrección de Cristo, los discípulos anunciaron en Israel la venida del Reino de Dios, que consistía en proclamar a los Israelitas la llegada del Salvador. Los textos sagrados describen: “Y si en algún lugar no los reciben ni escuchan sus palabras, salgan de esa familia o de esa ciudad, sacudiendo el polvo de los pies”(Mateo 10:14). Este anuncio no tenia la finalidad de convencer ó discutir sino simplemente anunciar. Después de la resurrección de Jesús, la Iglesia naciente recibirá la gran comisión que consiste en comunicar la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo, esto es el evangelio.
El Apóstol San Pablo realizó varios viajes con el fin de difundir el evangelio, y debemos decir que el Apóstol no anunciaba el evangelio donde ya hubiese sido anunciado, pues así lo dijo en una de sus cartas: “Pero he tenido cuidado, y de esto me honro, de no predicar en lugares donde ya se conocía a Cristo, y de no aprovecharme de bases puestas por otros” (Romanos 15:20). San Pablo se abstenía de evangelizar en las comunidades ya evangelizadas, al decir “no aprovecharme de la labor de otros” se refiere a la labor iniciada por la Iglesia en ese lugar. Evangelizar no consiste solo en ir a difundir la fe, sino que trae consigo la responsabilidad de adoctrinar en la fe. Sin doctrina firme, solo se multiplicara la confusión y esto llevara a las divisiones y los pleitos. La evangelización desde el siglo primero fue una labor estructurada y no disgregada.
Aunque el nombre de Jesucristo es conocido en nuestra comunidad, no por esto dejaremos de hablar de Cristo. Pero debemos comunicar a Jesús de forma estructurada, como creyentes en un solo cuerpo, no desarticulados unos de otros, pues antes de nosotros hubieron hombres que emprendieron arduas travesías para traer el evangelio a estas tierras, y hablaron de Cristo a los nativos que jamás habían escuchado un mensaje igual. Esta es la evangelización de la que habla San Pablo, a esto se refiere en no competir con la labor emprendida por otros.
Si San Pablo viviera hoy entre nosotros, quizá se abstendría de evangelizar a los ya evangelizados, pero lo haría para convertirse en maestro ó para ser recibido como forastero que busca tierras donde nadie conozca a Jesús. Si San Pablo viviera, sin duda se sumaria a la labor emprendida por otros, para dar ejemplo a los creyentes y los no creyentes de que la fe Cristiana debe conservar un mismo hablar, un mismo sentir y ser un solo cuerpo.
Vivamos pues tal unidad, construyendo sobre la obra que otros creyentes iniciaron.