jueves, 3 de enero de 2013

Judas Iscariote



Para muchos de nosotros Judas Iscariote es el “villano eterno”, el apostata, el traidor, su nombre es motivo de escándalo ó lapidación a lo largo de los siglos incluso, por muchos años y sin meditar lo juzgue como “digno merecedor del infierno” tomándome el papel de juez.

No daré una apología de Judas Iscariote, pero, a mi modo de ver, mucho podemos aprender del contexto en el que vivió: el amor de Dios y el actuar de los hombres. Primero que nada entiendo y justifico la pedagogía antigua como método de enseñanza, dividir a los personajes en dos bandos “los buenos y los malos”, siendo esto un recurso literario para recalcar el buen camino a seguir y el mal camino a evitar, “los malos” son completamente malos y carecen de virtud alguna.
Humanizando a Iscariote, viéndolo como prójimo con dudas y errores, creo que Judas se suicida no por haber traicionado a la segunda persona de la trinidad, sino por haber traicionado a Jesús, pues, nadie, ni siquiera los apóstoles estaban totalmente conscientes de que “el maestro” al que seguían era Dios. Prueba de ello es el famoso pasaje del camino de Emaus, donde los discípulos se expresan de Jesús como “profeta, poderoso en obra y en palabra” (San Lucas 24:19). El suicidio de Iscariote sucede antes de la resurrección. Judas no estuvo consciente de la grandeza del Cristo resucitado, su depresión viene por haber traicionado la amistad y ser cómplice de asesinato. Iscariote se juzga como culpable, indigno de perdón: “he entregado sangre inocente” optando por el suicidio. El pueblo de Israel experimenta un trauma semejante, reconocer a Jesús como Mesías significa reconocer que históricamente le dieron muerte, Israel como Judas, no conoce la capacidad del amor trinitario de la nueva alianza.
Como sabemos, el resto de los apóstoles abandono a Jesús en la cruz, pero, también abandono al Iscariote que se colgó por falta de consuelo, animo y esperanza. Eso me hace pensar que el ser humano es un ser duro y egoísta, que abandona en la aflicción al inocente y al culpable.
Es preciso mencionar la enseñanza de Cristo sobre “el amor a los enemigos” en el pensamiento de San Pablo; “Bendigan a quienes los persigan: bendigan y no maldigan. Alégrense con los que están alegres, lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros. No busquen grandezas y vayan a lo humilde; no se tengan por sabios. No devuelvan a nadie mal por mal, y que todos puedan apreciar sus buenas disposiciones. Hagan todo lo posible para vivir en paz con todos. Hermanos, no se tomen la justicia por su cuenta, dejen que sea Dios quien castigue, como dice la Escritura: Mía es la venganza, yo daré lo que se merece, dice el Señor. Y añade: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: éstas serán otros tantos brasas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal, más bien derrota al mal con el bien”. (Romanos 12, 14-20)
El mundo moderno está lleno de “Iscariotes” que viven equivocadamente, sin embargo, si damos aliento y esperanza no estaremos equivocados, recordemos a Juan Pablo II que perdono a su verdugo, el mundo necesita piedad y perdón.