Para muchos de nosotros Judas Iscariote es el
“villano eterno”, el apostata, el traidor, su nombre es motivo de escándalo ó
lapidación a lo largo de los siglos incluso, por muchos años y sin meditar lo
juzgue como “digno merecedor del infierno” tomándome el papel de juez.
No daré una apología de Judas Iscariote, pero, a
mi modo de ver, mucho podemos aprender del contexto en el que vivió: el amor de
Dios y el actuar de los hombres. Primero que nada entiendo y justifico la
pedagogía antigua como método de enseñanza, dividir a los personajes en dos
bandos “los buenos y los malos”, siendo esto un recurso literario para recalcar
el buen camino a seguir y el mal camino a evitar, “los malos” son completamente
malos y carecen de virtud alguna.
Humanizando a Iscariote, viéndolo como prójimo con
dudas y errores, creo que Judas se suicida no por haber traicionado a la
segunda persona de la trinidad, sino por haber traicionado a Jesús, pues, nadie,
ni siquiera los apóstoles estaban totalmente conscientes de que “el maestro” al
que seguían era Dios. Prueba de ello es el famoso pasaje del camino de Emaus,
donde los discípulos se expresan de Jesús como “profeta, poderoso en obra y en
palabra” (San Lucas 24:19). El suicidio de Iscariote sucede antes de la resurrección.
Judas no estuvo consciente de la grandeza del Cristo resucitado, su depresión
viene por haber traicionado la amistad y ser cómplice de asesinato. Iscariote
se juzga como culpable, indigno de perdón: “he entregado sangre inocente” optando
por el suicidio. El pueblo de Israel experimenta un trauma semejante, reconocer
a Jesús como Mesías significa reconocer que históricamente le dieron muerte, Israel
como Judas, no conoce la capacidad del amor trinitario de la nueva alianza.
Como sabemos, el resto de los apóstoles abandono
a Jesús en la cruz, pero, también abandono al Iscariote que se colgó por falta
de consuelo, animo y esperanza. Eso me hace pensar que el ser humano es un ser
duro y egoísta, que abandona en la aflicción al inocente y al culpable.
Es preciso mencionar la enseñanza de Cristo
sobre “el amor a los enemigos” en el pensamiento de San Pablo; “Bendigan a
quienes los persigan: bendigan y no maldigan. Alégrense con los que están
alegres, lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros. No busquen
grandezas y vayan a lo humilde; no se tengan por sabios. No devuelvan a nadie
mal por mal, y que todos puedan apreciar sus buenas disposiciones. Hagan todo
lo posible para vivir en paz con todos. Hermanos, no se tomen la justicia por
su cuenta, dejen que sea Dios quien castigue, como dice la Escritura: Mía es la
venganza, yo daré lo que se merece, dice el Señor. Y añade: Si tu enemigo tiene
hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: éstas serán otros tantos
brasas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal, más bien derrota al mal
con el bien”. (Romanos 12, 14-20)
El mundo moderno está lleno de “Iscariotes” que viven
equivocadamente, sin embargo, si damos aliento y esperanza no estaremos
equivocados, recordemos a Juan Pablo II que perdono a su verdugo, el mundo
necesita piedad y perdón.