lunes, 16 de marzo de 2015

Con palmas en las manos

El domingo de ramos celebra la entrada triunfal que Jesús hace a Jerusalén montado en un asno, días antes de su pasión, muerte y resurrección. Este es el cumplimiento de una profecía del Génesis; “A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, tu mano agarrará del cuello a tus enemigos, y tus hermanos se inclinarán ante ti. ¡Judá es cachorro de león! Vuelves, hijo mío, de la caza. Se agazapa o se abalanza cual león, o cual leona, ¿quién se atreve a desafiarlo? El cetro no será arrebatado de Judá ni el bastón de mando de entre sus piernas hasta que venga aquel a quien le pertenece y a quien obedecerán los pueblos. Amarra en la vid a su burrito, y a la cepa el hijito de su burra. Lava en el vino su túnica y en la sangre de los racimos su manto. Sus ojos son más oscuros que el vino y sus dientes más blancos que la leche” (Gen. 49:9-10).
Judá es una de las doce tribus de Israel. Hasta hoy, los judíos esperan un descendiente del rey David, de la tribu de Judá, para que sea el gran rey de Israel. El hecho de que Jesús monte un asno no es algo aislado, sino una tradición asociada a los reyes. En la sucesión del rey David, Salomón fue nombrado rey y trasladado en un asno; “Como el Señor estuvo con mi señor el rey, esté también con Salomón y engrandezca su trono más aún que el trono de mi señor el rey David". El sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías, hijo de Iehoiadá, los quereteos y los peleteos bajaron, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo llevaron a Guijón” (1era de Reyes 1:37,38). Sobre esta tradición, Zacarías menciona; “¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso,  es humilde y está montado sobre un asno, sobre la cría de un asna” (cap. 9, v. 9).
Existe algo interesante en los versículos señalados del Génesis. Por un lado, desde la antigüedad, el poderío de los reyes y el linaje se asociaba a un designio divino expresado en la magnificencia y la ostentación, los reyes montan un caballo y no cualquier corcel. La profecía de los hebreos siembra en el asno el símbolo del “rey humilde”, que también preanuncia la forma en que el Verbo se mostrara al mundo; “un rey que es carpintero”, “un rey sin riquezas terrenales”. En su contexto la idea fue revolucionaria, Jesús humaniza la idea que los hombres tienen acerca de cómo debe lucir un rey ò más bien, Jesús acaba con ella. Las sociedades siguen idolatrando los bienes terrenales, divinizando a quien los posee, siendo que, la divinidad desde el Génesis a Zacarías anuncia que el rey poderoso es humilde y está montado sobre un asno.  


Cualquiera puede montar un asno, entrar a Jerusalén y decir que es el mesías, eso es fácil, sin duda muchos lo hicieron. La segunda descripción del génesis, ahí está el designio divino, donde se menciona que a este rey “obedecerán los pueblos”. Si partimos desde el contexto de los apóstoles, tras la resurrección, ellos nunca vieron la sumisión de los pueblos ante Jesús porque el cristianismo era una minoría, ninguno lo alcanzó a disfrutar, todos fueron asesinados. En apocalipsis se menciona esto pero como una visión; “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos” (apocalipsis 7:9). La profecía del génesis se cumplió, la fe del rey que monta un asno se propago, recibiendo el cetro de un mando superior tras vencer a la muerte y afirmar resucitado; “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (San Mateo 28:18). Hoy millones de personas se dicen discípulos de Jesucristo. Continuemos adelante en el camino de la fe confiando en su perdón, el cristianismo no es una historia concluida, aun hay cosas que están por cumplirse. ¡Amén!