A
principios de noviembre, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ofreció
cuatro amparos para el uso y producción personal del cannabis. Significa que
solo estas cuatro personas están facultadas para hacerlo.
Esta reflexión
no va sobre estar a favor ó en contra de la legalización. Me gustaría que los
ciudadanos optaran por una vida sana sin depender de estupefacientes para estar
“contentos”.
Este artículo
pretende poner en duda los argumentos de quienes están a favor. A mi juicio, el
tema no es de “blanco ó negro” y debiese ser tratado con seriedad a partir de
la opción de expertos en salud mental y adicciones.
Muchos
afirman que “la legalización es conveniente para reducir la violencia”. Señalan;
“la legalización mermaría los ingresos operativos de los carteles, debilitándolos…”,
pero ¿no será al revés?. Si un cartel deja de recibir ingresos la lógica será cubrir
los faltantes con ingresos generados por otros delitos; extorsión, secuestro,
robo, tráfico de armas, personas, etc. ¿Qué seguridad existe de que la delincuencia
y la violencia decline?. No hay seguridad, incluso podría incrementarse.
Se afirma;
“el Estado no debe prohibir el uso de drogas, los ciudadanos deben ser libres
para meterse lo que les plazca”. Este pensamiento considera el asunto como un “gocé
personal” y no como algo de injerencia en la salud pública, el daño colectivo. Esto
significa que el Estado deberá invertir millones de pesos para tratar a los
adictos, entonces, “si el individuo es libre para meterse lo que le plazca”, ¿Por
qué las secuelas deben ser atendidas en el Seguro Social?, ese monto lo pagamos
todos. La ley civil tiene una función pedagógica, las cosas buenas no están prohibidas,
se prohíbe lo que daña a la sociedad.
También
se menciona que la ley actual es injusta, el uso de drogas no está penalizado,
salvo se demuestre la porción legal permitida para consumo personal, lo que está
penalizado es la venta y distribución. Se argumenta; “es fácil incriminar falsamente
a un consumidor acusándolo de distribuidor”. Sin embargo, ese problema es de corrupción
y mala impartición de justicia por parte de las autoridades. Como ejemplo; la
venta, distribución y consumo de alcohol, droga legal, centros nocturnos aun
con licencia de alcohol son acosados por las autoridades y los “aguajes” operan
ilegalmente a sabiendas de las autoridades, todo por “mordidas”. Una regulación
sobre la producción y consumo del cannabis también podría generar un mercado
negro entorno a él.
Otro
argumento apela a la educación para la prevención del uso drogas en programas
que deben impartirse desde la educación básica. Suena coherente y es algo que
debe hacerse, pero ¿Qué efectividad tendría?, por ejemplo; el Estado ha
invertido en programas de educación sexual y los embarazos en adolescentes no
decrecen, se multiplican. El consumo de alcohol en adolescentes también es un
grave problema y esta droga es legal. Entonces, ¿por qué creer que la educación
para la prevención puede ser efectiva, cuando en otros temas no lo ha sido, ni
siquiera en Estados Unidos?.
Para
terminar, Benedicto XVI afirmaba que el uso de las drogas otorgaba una falacia temporal
a las personas, haciéndolas evadir la realidad, llevándolas a un falso “Edén”
de alegrías. No es sano para el individuo evadir la realidad.
Si
reflexionamos sobre el uso de drogas ilegales, sin considerar los daños a la
salud y los chicles conocidos, nos daremos cuenta que las drogas dañan la
integridad de la persona, pues un consumidor de cannabis, aun estando en
perfectas condiciones salud, se acostumbra a tener tratos con delincuentes para
adquirirla, a mentir y esconderse para consumirla. ¿Habrá alguna virtud en ello?.