“Así habla el Señor de los ejércitos: Vendrán
asimismo pueblos y habitantes de muchas ciudades. Los habitantes de una ciudad
irán a otra, diciendo: Vamos a apaciguar
el rostro del Señor y a buscar al Señor de los ejércitos; yo también quiero ir.
Pueblos numerosos y naciones poderosas vendrán a Jerusalén a buscar al Señor de
los ejércitos y a apaciguar el rostro del Señor. Así habla el Señor de los
ejércitos: En aquellos días, diez hombres de todas las lenguas que hablan las
naciones, tomarán a un judío por el borde de sus vestiduras y le dirán: Queremos ir con ustedes, porque hemos oído
que Dios está con ustedes”. Zacarías 8:20-23
Hace poco acudí a una misa con un grupo de
amigos y se leyeron los versos del profeta Zacarías, aunque el verso es
conocido y se refiere a la universalidad de la salvación, esto es, que el Dios
de los judíos será honrado por muchas naciones, jamás había leído el texto
desde el número diez; “diez hombres de todas las lenguas…”. Utilizar esta cifra
no es un azar, sino que, tiene toda una implicación en la vida religiosa que
Israel vive en comunidad.
En el judaísmo se le llama “minyán” al grupo de
personas que se requieren para iniciar los rezos grupales y las lecturas, es
requisito que sean diez hombres adultos, si el numero no se completa el acto litúrgico
no puede llevarse a cabo. Incluso, los judíos tienen enseñanzas sobre esto; si
nueve hombres esperan en una sinagoga para rezar en grupo y por tu pereza no
deseas entrar, ¿ellos se quedaran sin rezar y tú te quedaras descansando?. Para
que entendamos esto, los judíos no pueden colocarse el talit, ni el tefilin si
no está completo el minyán, estos son los instrumentos más distintivos del rezo
judío. Es como si los católicos no pudiesen usar el rosario, iniciar una hora
santa ó una lectio divina, si no reúnen al menos diez asistentes.
Reflexionando en el verso del profeta, considero
que el utilizo el número diez por su connotación liturgia - no por el requisito
de ser diez – sino por el símbolo de ser comunidad bajo un orden litúrgico, ósea,
una comunidad que entona con orden y sin anarquía su plegaria hacia Dios., y
sobre todo, en el símbolo, mostrarle a Israel en términos judíos, que es
posible establecer un minyán a Dios usando la vocación de los individuos ajenos
a Israel, esto es, un culto colectivo bajo distintas nacionalidades; lo que hoy
vive y celebra la Iglesia.
Para concluir, miremos esta figura del minyán judío
aprendiendo algo de la sabiduría de los Israelitas, pues, hoy es común decir: “yo
no necesito de nadie para rezarle a Dios…”, sin embargo, ese pensamiento nace
del egoísmo espiritual y no contempla la importancia que cada individuo tiene
dentro de la comunidad; necesitamos de los otros y los otros nos necesitan. Los
judíos si no son diez no rezan en grupo, por obligación no se olvidan del que
falta. En el sentir moderno, queremos un Dios personal y no un Dios comunitario
que responda a las plegarias del grupo, después nos sentimos solos y
abandonados por los demás, cuando somos nosotros los que propiciamos tal
soledad por el egoísmo. ¿Qué clase de corazón le dice al prójimo; “yo no te
necesito para hablar con Dios”?, ¿Con esta actitud querrá Dios hablar con
nosotros?.