Soy
egresado del Instituto Bíblico Católico de Hermosillo. En mi opinión, la biblia
es quizá una de las obras más cuestionadas, más vituperadas y a la vez menos
leídas. La biblia no debe ser vista como una obra que debe ser leída sino como
la obra que debe ser estudiada, pues en ella convergen relatos desde distintos
contextos y visiones, pero a su vez, contiene mensajes divinos que han
colaborado para el entendimiento y descubrimiento del creador e invitan a la
humanidad para la construcción de mejores individuos, siendo la Iglesia la
encargada de proveer la interpretación correcta de esta herramienta: La Palabra
de Dios.
Por
la modernidad, los individuos caen en la comodidad de practicar “la
bibliomancia”, práctica que se refiere al hecho de abrir la biblia al azar y
leer el primer pasaje que aparezca interpretándose esto por el lector como “el
mensaje que Dios desea entregarme para este día y este momento”. En el sentido
estricto de las Escrituras, pocas veces Dios habla a un solo individuo, Él hablo
con Noé, con Abraham, llamó a Pedro y a San Pablo, cuando esto sucede es porque
tal individuo tiene un papel especifico y fundamental dentro de la historia de
la salvación. Es mucho más bíblico creer que Dios nos habla –a los creyentes
ordinarios- por medio de los pastores de la Iglesia que por una lectura bíblica
al azar. El sentir del mensaje y el destinatario bíblico es la comunidad: el
pueblo de Israel o la Iglesia. La experiencia de Dios es llevada y entregada
por los hombres a los hombres; de los patriarcas a sus descendientes, de los
profetas al pueblo, de los apóstoles a la Iglesia., la biblia lo testifica. Un
creyente no debe aislarse de la comunidad de fe.
Por
otra parte, están aquellos que habiéndola leído y memorizado, ignoran conceptos
elementales de interpretación y hacen de la biblia un diccionario; “todo tiene
que estar ahí”, o consideran al compendio como un texto horizontal, omitiendo
el desarrollo teológico que existe dentro de las Escrituras por la entrega de
la revelación, estos, homologan a Moisés con los evangelistas y la alianza del
Sinaí con la alianza de Jesús, haciendo una revoltura de pasajes bíblicos,
validándolos todos porque todos son parte de la biblia. El principio bíblico de
interpretación es; a una ley bíblica le corresponde un sacerdocio y a cada
sacerdocio le corresponde una alianza distinta. Estamos en la alianza
nueva.
Siempre
será más fácil ir por cuenta propia que acudir alguna parroquia o centro
católico para tomar clases de biblia y adentrarse al tema con mayor profundidad
y comprensión. Invito a los interesados a que lean la biblia de dos formas; en la
intimidad personal y en grupo por medio de las herramientas académicas que
ofrece la Iglesia. Esta es quizá la forma más bíblica de estudiar las Sagradas
Escrituras, dado que, todo judío acudía ante el maestro de la ley divina para
conocer la ley, el propio Jesús participó de esta costumbre, fue discípulo
volviéndose maestro para discipular a otros.
Para
concluir, recientemente por inicio de año recordamos como Iglesia la llegada de
los reyes magos, aquellos sabios ajenos a Israel que piden encontrar al mesías.
Es la propia Escritura la que testifica la universalidad de Dios. Desde el
antiguo testamento con el Nínive –pueblo ajeno a Israel- que recibe la predicación
gracias a Jonás. Por esta realidad que expresa la Escritura, no tiene sentido
discutir con quien profesa otra religión o creencia, aunque la propia Escritura
nos exhorta para dar cuenta de nuestra fe. Al igual que Herodes alguien
preguntara, ¿dónde está el mesías?, y es preciso decir por la fe y la
Escritura: “está en la Eucaristía”.