“La
gente de Rubén, Gad y de la media tribu de Manasés dejaron a los israelitas en
Silo, en el territorio de Canaán. Regresaron al territorio de Galaad, pues esa
era la herencia que habían recibido tal como Yavé lo había ordenado por medio
de Moisés. Cuando llegaron a los alrededores del Jordán que forma parte del
territorio de Galaad, la gente de Rubén, de Gad y de la media tribu de Manasés
construyeron un altar en la ribera del Jordán. Era un altar de una altura
impresionante. La noticia llegó a los israelitas: “¡Fíjense que la gente de
Rubén, de Gad y de la media tribu de Manasés construyeron un altar frente al
territorio de Canaán, en los alrededores de Guilgal del Jordán, junto a la
frontera de los israelitas”. Entonces toda la comunidad de Israel se reunió en
Silo para subir contra ellos y hacerles la guerra”. (Josué 22:9-12)
En
este contexto, Rubén, Gad y Manases, no son personajes individuales sino tribus
hebreas que funcionan como subgrupos en la totalidad del pueblo de Israel. A
estos no se les entrego territorios en Canaán porque prefirieron la región de
Galaad (Números 32:5), esta entrega se condicionó siempre y cuando estas tribus
colaboraran con el resto de tribus hebreas en la conquista de Canaán (Núm.
32:29,30). Una vez concretada la conquista, Josué, sucesor de Moisés y líder
del pueblo, los despidió de Canaán y ellos partieron a Galaad.
Una
vez que construyeron el altar, ¿por qué la comunidad de Israel deseó hacerles
las guerra?, ¿acaso un altar era algo tan malo?. Dentro de las prescripciones
de Moisés, había quedado establecido que todo el pueblo de Israel tuviese
solamente un altar; “Guárdate de ofrecer tus holocaustos en cualquier lugar que
sagrado que veas; solo en el lugar elegido por Yavé en una de tus tribus ofrecerás
tus holocaustos…”. (Deuteronomio 12:13-14)
Ante
la inminente batalla contra estas tribus que estaban del otro lado de rio Jordán,
la respuesta de los acusados es interesante y hermosa; “Si edificamos este
altar para apartarnos de Yavé, para ofrecerle holocaustos y oblaciones, para
presentarle sacrificios de comunión, que el mismo Yavé nos pida cuenta de ello.
Pero actuamos así por temor a lo que pudiera ocurrir después; a lo mejor un día
sus hijos dirán a los nuestros: “¿Qué
tienen ustedes que ver con Yavé, Dios de Israel? Yavé puso el Jordán como
frontera entre nosotros y ustedes, ustedes no tienen pues parte alguna con
Yavé. Y de ese modo, debido a sus hijos, nuestros hijos dejarán de temer a
Yavé. Entonces nos dijimos: Construyamos un altar, no para ofrecer en él
holocaustos o sacrificios, sino para que sea un testimonio entre nosotros y ustedes,
y entre nuestros descendientes. Será una prueba de que practicamos el culto a
Yavé, en presencia de él, por nuestros holocaustos, nuestras ofrendas y
nuestros sacrificios de comunión. De ese modo sus hijos no podrán decir a los
nuestros: Ustedes no tienen nada que ver con Yavé. Nos dijimos: Si mañana nos
hablan de esa manera a nosotros o a nuestros descendientes, les diremos: Miren
la forma del altar de Yavé que nuestros padres construyeron, no para los
holocaustos o para los sacrificios sino para que sea una prueba entre nosotros
y ustedes. No queremos rebelarnos contra Yavé ni dejar de servirle. No
construimos este altar para el holocausto, para la ofrenda o para el sacrificio
de comunión, ni tampoco en menosprecio del altar de Yavé que está delante de su
Morada”. Esas palabras que pronunciaron los hijos de Rubén, de Gad y de
Manasés les gustaron al sacerdote Finjas, a los jefes de la comunidad y los
jefes de los clanes de Israel que estaban con él”. (Josué 23-31)
Lo
interesante aquí, es tener el mismo pueblo dividido por el rio Jordán; de un
lado de un rio se creyó que Rubén, Gad y Manases violaron la ley construyendo
un altar para sacrificio, desde la óptica de los acusados, aquello no era un
altar sino un símbolo de unidad que funciona como testimonio para las futuras
generaciones.
La
historia de la salvación está llena de signos que dan unidad al pueblo de
Israel, sucede lo mismo con la religión católica. Hoy, es común que los
bautizados afirmen “no creo en esto ó en aquello” y se apartan de la Iglesia,
la pregunta es, ¿en qué elementos si crees para que permanezcamos unidos sin
dividirnos más?. Los hombres de espíritu se enfocan en los elementos y signos para
propiciar la unidad dentro del pueblo de Dios, no centran su atención en
aquello que no les satisface para justificar su deserción.