Los judíos
son muy discretos con su fe, por lo general no la comparten, ni la anuncian
casa por casa como se usa entre tantas creencias hoy en día. Ellos viven la fe
en comunidad hacia el interior y si alguien ajeno a sus creencias les pide
referencia de su fe, aun así, no la comparten. Hay una tradición entre ellos
que establece; si un gentil (un no judío) no está preparado para recibir la ley
de los judíos, vale más que no la sepa para que no la blasfeme. Ellos esperan
el momento indicado para que su creencia no sea insultada. Este pensamiento va
muy de la mano con la preparación que se anticipa al compartir la fe, que en un
sentido macro histórico puede encontrarse en la historia de la salvación.
Royh
Schoeman, judío converso al catolicismo, autor del libro “La Salvación viene de
los judíos”, afirma que Dios espero el momento y el tiempo indicado para que
Israel pudiese recibir al Mesías, Dios fue construyendo ese momento. Schoeman
sostiene, si Jesús hubiese venido siglos atrás, en un tiempo primitivo y de
menos formación, probablemente hubiese sido asesinado solo por cuestionar algún
precepto de Moisés, ó incluso, en el caso de José y María, esta hubiese sido
denunciada, apedreada y asesinada sin la menor vacilación. Para Schoeman, Dios
espero el momento oportuno para encarnar al Verbo y que su cátedra pudiese ser
anunciada en Jerusalén y creída por un grupo de hebreos.
En el
caso de la evangelización debemos considerar que en nuestro entorno Jesús ya ha
sido anunciado, creído y proclamado. No es una evangelización desde cero, pero llamemos
“evangelización” al acto de compartir la fe con el incrédulo.
Es sabido
que Jesús no anunciaba el Reino de Dios entre pueblos paganos, solo entre judíos,
esta es una interrogante para muchos, hasta podríamos creer que es un acto de egoísmo,
pero no, es la misma lógica hebrea que ya señale; si el pagano no está
preparado para recibir la ley divina, vale más que no la conozca para que no la
blasfeme. En el evangelio Jesús expresa la misma idea de un modo demoledor; “No
deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no
sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen” (S. Mateo 7:6).
No tiene sentido compartir cosas sagradas con aquellos que no las estiman como
santas. Sin embargo, leamos la actitud de Jesús cuando los paganos desean
conocerlo; “Y había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la
fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y
le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a
Andrés. Entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Entonces Jesús les
respondió, diciendo: Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea
glorificado. De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo no cae en la
tierra y muere, se queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (S. Juan
12:20-24). Cristo está haciendo referencia a su pasión, muerte y resurrección gloriosa,
y al tiempo de la evangelización, llevar la fe más allá de Israel.
Nuestro
papel en la evangelización de nuestra localidad se cimienta en nuestro
testimonio de vida cristiano, en la piedad, en el conocimiento y estudio de la
fe de la Iglesia, cuando menos pensemos vendrán “esos griegos” ajenos a la fe
para preguntar con genuino interés, ahí es momento de recibirlos y compartir
los asuntos del Espíritu.