En los últimos días hemos visto por
los medios de comunicación a mujeres con rostros cubiertos y pañuelos verdes en
el cuello cometiendo actos de vandalismo en espacios públicos protestando en
contra de la violencia contra la mujer. Estas imágenes son controvertidas,
repetidas y comentadas cientos o millones de veces por medios electrónicos a lo
largo del mundo, no importa el país, así sea Santiago de Chile o Ciudad de
México, el fenómeno esta. La violencia contra la mujer es una realidad en
México porque la violencia en general es un problema, nadie lo puede negar. Sin
embargo, cuando las protestas se vuelven violentas y se porta el pañuelo verde
–símbolo del aborto legal- la opinión se divide. Todas las mujeres estarán en
contra de la violencia hacia las mujeres pero no todas están a favor del
aborto.
Fue en 1992 cuando el locutor de
radio estadounidense, Rush Limbaugh, acuñó el término “feminazi” de modo
peyorativo y burlesco para referirse a las feministas radicales promotoras del
aborto legal. Limbaugh construyo la palabra mezclando “feminismo” y “nazismo” (partido
que gobernó Alemania entre 1933 y 1945 y provoco el genocidio étnico de 11
millones de personas). Pero, ¿la afirmación de Limbaugh es exagerada, correcta
o equivocada?. En lo personal creo que su afirmación tiene algo de verdad y doy
razón de mi postura.
Es la Constitución Política del
Estado de Sonora la que en su artículo primero a la letra dice: “se tutela el derecho
a la vida, al sustentar que desde el momento de la fecundación de un individuo,
entra bajo la protección de la ley y se le reputa como nacido para todos los
efectos legales correspondientes, hasta su muerte natural”, sin embargo, la ley
justifica un aborto bajo tres condiciones; cuando es espontáneo sin culpa,
cuando el embarazo es fruto de una violación y cuando el embarazo pone en
riesgo la vida de la madre. Toda apología abortista en Sonora –y donde se
contemple- que utilice el tema de la violación para promover la legalización
del aborto no tiene sentido, la ley lo contempla. Buscar la legalización
absoluta del aborto nos lleva a construir una sociedad elitista donde solo el
ser deseado tendría derecho a vivir, el no deseado no tendría lugar.
Para muchos es claro que las
abortistas no son “feminazis” porque no tienen “campos de concentración”, pero
el adjetivo no está fincado en el inmueble, ni en el espacio físico, sino en el
asesinato. Abogar por el aborto legal es en sí promover toda la estructura
legal y de política pública para que la destrucción del ser humano gestante sea
perpetrada sin ninguna culpa, construyendo así la sociedad de los seres
deseados. En resumidas cuentas, el saldo de un campo de concentración nazi y
una clínica abortista es el mismo; restos humanos al amparo de la ley, siendo
esto un delito contra la humanidad. La Corte Internacional, en el Estatuto de
Roma, art. 6, define al genocidio (4.1.1) como “cualquiera de los actos,
perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso”, clasificándolo como crimen contra la humanidad. En
mi percepción personal el grupo vulnerable es “el ser humano en gestación” y el
motivo “no deseado”.
Según cifras del Gobierno de la
Ciudad de México, de abril de 2007 a septiembre de 2019, se han practicado 216,555
abortos legales en esa entidad, siendo el 41% mujeres con escolaridad de preparatoria,
el 32% con secundaria, 53.9% solteras, 28.8% en unión libre.
El Instituto Guttmacher estimó que
de 2010 a 2014 ocurrieron 56 millones de abortos inducidos, 45% fueron clandestinos
y 55% al amparo de la ley.
¿No resultan estas cifras de
espanto?, ¿fue errada o certera la forma en que Limbaugh se refirió al movimiento
abortista?. No nos dejemos aplastar, ni amedrentar por esta ideología que disfraza
de derecho el asesinato y aboga por la integridad del verdugo. No existe error
cuando se lucha para defender la vida.