Cuando
se acude a la panadería, se piden los panes sin interesarse por la vida del
panadero, no interesa si él es mentiroso ó estafador, interesa adquirir pan y
comerlo. Cuando se acude la misa, algunos se inquietan por los escándalos de algún
sacerdote ajeno a la ciudad ó el país, estas penas debilitan algunos al grado
de decir “dejare la misa, dejare de creer”.
Si por esta tragedia, algunos han
perdido la fe en los sacerdotes y su confianza en la Iglesia se ve destrozada,
al menos tengan fe en el pan eucarístico, pues escrito esta; Jesús tomó pan, y, dadas las gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:
“Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en memorial mío”. De
igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza
en mi sangre, que es derramada por vosotros” (S. Lucas 22:19,20). También
San Juan escribió lo dicho por Jesús; “si
no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros” (cap. 5:53).
Para aumentar nuestra confianza en
la misa y tener una fe de mayor raíz, es bueno conocer el culto de la antigua
alianza en relación con los actos de la nueva alianza, y así, entender que
sucede espiritualmente cuando el pueblo celebra el pacto que Jesús estableció proclamando
el pan. La carta a los Hebreos explica estos acontecimientos;
“Por eso se derramó sangre al iniciarse la antigua
alianza. Cuando Moisés terminó de proclamar ante el pueblo todas las ordenanzas
de la Ley, tomó sangre de terneros y de chivos, agua, lana roja e hisopo y
roció el propio libro del testamento y al pueblo, diciendo: Esta es la sangre
del testamento que pactó Dios con ustedes. Roció asimismo con sangre el
santuario y todos los objetos del culto. De hecho, según la Ley, la
purificación de casi todo se ha de hacer con sangre, y sin derramamiento de
sangre no se quita el pecado. Tal vez fuera necesario purificar aquellas cosas
que sólo son figuras de las realidades sobrenaturales, pero esas mismas
realidades necesitan sacrificios más excelentes. Pues ahora no se trata de un
santuario hecho por hombres, figura del santuario auténtico, sino que Cristo
entró en el propio cielo, donde está ahora ante Dios en favor nuestro. El no
tuvo que sacrificarse repetidas veces, a diferencia del sumo sacerdote judío que
vuelve todos los años con una sangre que no es la suya; de otro modo, Jesús,
hubiera tenido que padecer muchísimas veces desde la creación del mundo. De
hecho se manifestó una sola vez, al fin de los tiempos, para abolir el pecado
con su sacrificio. Así como los hombres mueren una sola vez, y después viene
para ellos el juicio; de la misma manera Cristo se sacrificó una sola vez para
quitar los pecados de una multitud. La segunda vez se manifestará a todos
aquellos que lo esperan como a su salvador, pero ya no será por causa del
pecado” (Hebreos 9:18-28).
Cada pan eucarístico es la señal
puesta entre nosotros que proclama la alianza que Jesús otorgo, siendo un mismo
sacrificio lo que nos purifica cada vez que pedimos perdón y participamos del
pan. La misa no es un asunto asociado a las virtudes ó errores de cada
sacerdote que celebra. El sacerdote solo ha recibido la orden de poner el pan
de la alianza entre nosotros. Si el pan de la alianza dependiera de la virtud ó
el error de cada sacerdote, el oficio de Jesús tendría menor valor cuando no es
así, Jesús ofreció su sangre en el santuario celestial delante del eterno Juez,
y ha puesto el pan como sello de tal alianza. Continuemos con el proyecto de
Jesús para que la obra se vea consumada; recibir la gloria eterna al final de
esta vida.