Según
la Revista Mexicana de Sociología, en texto titulado Crimen organizado y la violencia contra las mujeres: discurso oficial y
percepción ciudadana (2016), de Ramos Lira, Saucedo Gonzales y Saltijeral
Méndez; “La construcción de un discurso desde el poder del Estado, ha
desinformado o informado sesgadamente sobre el problema del narcotráfico,
planteándolo como un problema de seguridad que convoca a una “cruzada contra el
crimen”, invisibiliza la violencia contra las mujeres. …”. “La violencia
criminal ha exacerbado viejas formas de violencia contra las mujeres y creado
otras”.
Los
carteles en México poseen estructuras organizacionales que controlan y
administran centros nocturnos, prostíbulos, trafico con mujeres, órganos, armas,
piratería, provocando con la violencia la migración forzada de muchas personas;
mujeres y niñas, destruyendo el tejido social, corrompiendo la seguridad
pública que debe procurar nuestra defensa y la de ellas. Esta estructura del
terror e impunidad no es posible sin el financiamiento de los consumidores de drogas;
desde los acaudalados hasta los pobres, los más adictos hasta los consumidores
sociales; hombres y mujeres.
El
consumo de drogas en México popularizó la narco cultura o viceversa. Esta
cultura hace ver a los capos como triunfalistas, dueños de plazas y
territorios, acaudalados señores soberanos, rodeados de mujeres, reciben
alabanzas por medio de corridos, series de televisión. Esta cultura muestra sus símbolos, sus
expresiones corporales y verbales, y construyen estereotipos emulados en la
sociedad reafirmando y promoviendo el machismo,
haciendo a las drogas como una nimiedad.
Según
el Universal, de 2011 a 2017, el
porcentaje de mujeres que consumió alguna vez en su vida un tipo de droga
ilícita creció 105%, al pasar de 926 mil a 3.9 millones en ese lapso. Es
importante reafirmar; a mayor número de consumidores, mayor es el financiamiento
de los carteles; mayor capacidad para operar y reproducir la violencia contra
las mujeres; reclutándolas, violando y desapareciendo, secuestrando y prostituyendo,
violentando las zonas rurales y haciéndolas migrantes, corrompiendo a la
autoridad que debe protegerlas, etc.
María
Salguero, autora del Mapa de Feminicidio
en México, (en entrevista para Infobae en El drama de las mujeres reclutadas y asesinadas por el narcotráfico en
Tijuana), afirma que las ciudades con alta presencia de cárteles de la
droga son las que registraban mayor aumento en el número de asesinatos de
mujeres. Según una investigación del semanario Zeta –citado en el mismo artículo-
las mujeres en Tijuana, Baja California, están siendo ejecutadas por bandas de narcomenudistas, ya que en 90%
de los casos las víctimas eran consumidoras o vendedoras.
Antes
concluir citare el abstract de El papel del narcotráfico en los
feminicidios de Ciudad Juárez, investigación del Dr. Santiago Gallur
Santorum; “Durante más de quince años las autoridades del estado de Chihuahua,
han negado categóricamente que el narcotráfico tuviera relación alguna con los
asesinatos y desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez. Sin embargo, a pesar
de los esfuerzos de las autoridades en invisibilizar todas las pruebas
relevantes que demuestran esta hipótesis, investigadores, organizaciones y
familiares de víctimas, han aportado pruebas que sacan a la luz las
negligencias, la corrupción y la impunidad en las investigaciones, que señalan
los nexos reales existentes entre autoridades, políticos, empresarios y
narcotraficantes”.
No
habrá paz en asuntos de género si hombres y mujeres siguen frecuentando el
consumo de drogas ilegales. Detrás de la fracción más minúscula de la droga
ilegal –aunque luzca inofensiva- se ejerció violencia contra alguien. Quien la
consume se come la muerte y el dolor de sus hermanos y hermanas.