Hacia algo de tiempo, Dios pidió hablar del tema de la consagración a un hombre que era considerado por muchos como instructor en la Fe, aquel hombre hacia caso omiso al llamado de Dios porque no se sentía capaz para hablar de aquel tema y decía; “Señor ¿qué puedo decir yo de la consagración?, siento que es un tema muy profundo y no me siento confiado para hablar sobre ese tema”. Así dejaba pasar los días mientras compartía al pueblo sobre otras enseñanzas, pero el día en que ya no tuvo más que compartir pensó en hablar de la consagración y busco en el diccionario haciendo una pequeña oración.
Aquel pueblo era muy conocido por sus irresponsabilidades, las autoridades no hacían cumplir con el deber ni el pueblo cumplía cívicamente con sus obligaciones al exigir, las familias habían dejado de ser hogares porque se olvidaron del cariño y del respeto, las escuelas carecían del deseo por aprender, investigar y motivar, en general el pueblo vivía un espíritu de negligencia, desinterés, pereza y desanimo. Todo mundo opinaba para dar solución a las cosas en el futuro pero nadie quería actuar y sacrificarse en tiempo presente, para ellos era costumbre decir; “ahora que llegue fulano ó mangano debería hacer esto y el pueblo estaría mejor”, pero fulano ó mengano llegaban y hacían y en el pueblo no pasaba nada, porque a nadie le importaba actuar con integridad.
Aquel hombre que buscaba en el diccionario “consagración” se sorprendió de lo que encontró; “Consagración es la entrega ó dedicación a Dios de alguna cosa ó acción, también entiéndase por consagrar la entrega y dedicación exclusiva a una tarea o un asunto”. El instructor exclamo; “¿Cuánto tiempo me ha pedido Dios que hablara sobre esto?, ahora entiendo que para instruir en la Fe ¡hay que escuchar a Dios primero!. Dios ha estado pidiéndome que el pueblo se consagre en sus tareas y labores, que se entreguen en tiempo y forma a las cosas que la vida les ha dado, que no menosprecien por pequeño que parezca esa labor que desempeñan y no busquen claudicar ó que anden de aquí allá pensando en que les irá mejor de un modo u otro. Que las madres, sean madres consagradas que atiendan con amor a sus hijos y esposos sin sentirse menos por vivir para atender el hogar. Que los maridos sean esposos consagrados que se esfuercen por instruir a sus hijos en amor y autoridad, que sepan atender bien a sus esposas sin moverse por las burlas ajenas. Que los pequeños sean hijos consagrados que respeten las canas de los viejos y saquen provecho de la experiencia que ellos puedan darles. Que todos los ciudadanos sean abogados, médicos, maestros, funcionarios, consagremos nuestras labores para que mejore la vida en el pueblo, esto me recuerda lo que dijo San Pablo; Todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”.