Dijo Dios: “hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra…”, pero pasado el tiempo el hombre por su propia libertad peco y murió, y dijo Dios: “Del polvo te saque, y al polvo vuelves, polvo eres y en polvo te convertirás…”. Y así la vida infinita que el hombre tenia se perdió culpa del pecado, pues por el pecado entro la muerte.
Siendo los hombres ciegos en su espíritu y estando sujetos a la servidumbre de esta vida por temor a la muerte, pensaron en sus corazones: “vida solo hay una…”, y así es como todos los hombres buscando disfrutar su vida se afanaron por alcanzar cosas terrenales, se hicieron esclavos del trabajo con tal de hacer riquezas, se afanaron todos por alcanzar bienes y todo aquello que los hiciera sentir superiores, y de esta forma los hombres adoraron las riquezas.
Dijo Dios: “Miren como el hombre en su corta vida se a inclinado por las riquezas materiales, y es que toda riqueza que nace de la tierra también a la tierra regresa por ser polvo. Es necesario que el hombre conozca la riqueza del Espíritu que no es polvo y que permanece para siempre”.
Siendo el hombre ciego para ver a Dios y dudando por esta causa de la certeza de su existencia, dijo Dios: “Yo mismo del polvo me vestiré, pues el hombre adora todo aquello que es terreno, todo aquello que de la tierra nace y que a la tierra regresa, pero mi Espíritu del cielo es y al cielo vuelve. Ojala así puedan conocerme y adorarme para que entren al lugar donde Yo estoy”.
Y de esta forma fue como Dios descendió hacia donde estaban los hombres, y Dios siendo eterno sin ser hecho del polvo, como del polvo se mostró a los hombres, no en forma de oro ó cualquier otra riqueza, sino que Dios en el cielo exclamo: “¿Habrá algún hombre que busque primero el oro antes que el pan?, ¿No buscaran todos primero el alimento?, si son sabios ó indoctos, ancianos ó niños, todos por temor a la muerte buscaran primero el alimento”. Y así fue como Dios descendió hacia los hombres en forma de Pan.
Estando pues Dios en el mundo, los sacerdotes de Dios oraban y mostraban a los hombres a Dios en forma de Pan, muchos creyeron a la palabra de los sacerdotes y otros no, pero unos estando ciegos en su alma así mismos se decían: “¿Cómo es que nos piden adorar a un trozo de Pan?, ¿Qué puede hacer el Pan en la vida del hombre?”. Pero los sacerdotes exclamaron a los hombres por los siglos: “¡Este es el Pan Vivo que descendió del cielo, el que come de este Pan vivirá eternamente!, lo que es del polvo al polvo regresa, lo que es del cielo al cielo va”. Pero aun así, muchos hombres a lo largo de la historia siguieron siendo siervos de las riquezas terrenales, las adoraban con sus ojos, las deseaban en sus pensamientos y cuando las obtenían ¡no las compartían para no profanarlas!.
Así vivieron muchos hombres por muchos años, sin entender que para el Reino de Dios toda riqueza terrenal ó todo aquello que pueda ser alcanzado por el hombre es como un simple trozo de pan, migajas nacidas del polvo y que al polvo van.
Siendo los hombres ciegos en su espíritu y estando sujetos a la servidumbre de esta vida por temor a la muerte, pensaron en sus corazones: “vida solo hay una…”, y así es como todos los hombres buscando disfrutar su vida se afanaron por alcanzar cosas terrenales, se hicieron esclavos del trabajo con tal de hacer riquezas, se afanaron todos por alcanzar bienes y todo aquello que los hiciera sentir superiores, y de esta forma los hombres adoraron las riquezas.
Dijo Dios: “Miren como el hombre en su corta vida se a inclinado por las riquezas materiales, y es que toda riqueza que nace de la tierra también a la tierra regresa por ser polvo. Es necesario que el hombre conozca la riqueza del Espíritu que no es polvo y que permanece para siempre”.
Siendo el hombre ciego para ver a Dios y dudando por esta causa de la certeza de su existencia, dijo Dios: “Yo mismo del polvo me vestiré, pues el hombre adora todo aquello que es terreno, todo aquello que de la tierra nace y que a la tierra regresa, pero mi Espíritu del cielo es y al cielo vuelve. Ojala así puedan conocerme y adorarme para que entren al lugar donde Yo estoy”.
Y de esta forma fue como Dios descendió hacia donde estaban los hombres, y Dios siendo eterno sin ser hecho del polvo, como del polvo se mostró a los hombres, no en forma de oro ó cualquier otra riqueza, sino que Dios en el cielo exclamo: “¿Habrá algún hombre que busque primero el oro antes que el pan?, ¿No buscaran todos primero el alimento?, si son sabios ó indoctos, ancianos ó niños, todos por temor a la muerte buscaran primero el alimento”. Y así fue como Dios descendió hacia los hombres en forma de Pan.
Estando pues Dios en el mundo, los sacerdotes de Dios oraban y mostraban a los hombres a Dios en forma de Pan, muchos creyeron a la palabra de los sacerdotes y otros no, pero unos estando ciegos en su alma así mismos se decían: “¿Cómo es que nos piden adorar a un trozo de Pan?, ¿Qué puede hacer el Pan en la vida del hombre?”. Pero los sacerdotes exclamaron a los hombres por los siglos: “¡Este es el Pan Vivo que descendió del cielo, el que come de este Pan vivirá eternamente!, lo que es del polvo al polvo regresa, lo que es del cielo al cielo va”. Pero aun así, muchos hombres a lo largo de la historia siguieron siendo siervos de las riquezas terrenales, las adoraban con sus ojos, las deseaban en sus pensamientos y cuando las obtenían ¡no las compartían para no profanarlas!.
Así vivieron muchos hombres por muchos años, sin entender que para el Reino de Dios toda riqueza terrenal ó todo aquello que pueda ser alcanzado por el hombre es como un simple trozo de pan, migajas nacidas del polvo y que al polvo van.