Meses antes de morir, el ex presidente
Plutarco Elías Calles testimoniaba su devoción por “el Ser supremo”, Calles
falleció el 19 de octubre de 1945, una de sus mayores alegrías era confirmar a
su hijo Rodolfo en las creencias que él había acogido al final de sus días; “Si
alguna vez he sentido deseos de que los míos se formen en una fe en nuestro
mundo, es hoy que puedo informarles que la continuación de la vida es una
realidad…”. Aunque desconozco si el general murió reconciliado con la Iglesia
Católica, al menos se que fue bautizado por ella en el puerto de Guaymas.
Recordemos que Calles siendo Presidente desato la persecución y expulsión
contra los chinos en México, también, emprendió acciones contra la Iglesia
Católica desatando la guerra cristera y con acciones violentas martirizo a las
ligas de oposición política, creando el partido de Estado. Calles es como el “Nabucodonosor
a la mexicana”, contemporáneo de Hitler, Mussolini, Franco, Stalin, con esa
idea de Gobierno duro. En su gestión Calles pretendía reducir el catolicismo a
la nada y con acciones duras promover la apostasía, su idea consistía en que la
religión católica era un impedimento para el progreso de México porque llenaba
al pueblo de supersticiones. En el cajón de su oficina presidencial guardaba
las cartas de amor de un sacerdote a una mujer, siendo esto la evidencia que le
reiteraba que el credo era una hipocresía, juzgando equivocadamente al resto de
la feligresía por las debilidades de aquel sacerdote. Lo irónico de la vida de
Calles es esta división en la persona, por un lado el Calles Presidencial
intolerante, que se levanta contra el credo, la raza y sus opositores políticos,
y por el otro, el Calles de mayor edad, deseoso de las experiencias místicas,
de tener contacto con el Espíritu, que afirmaba que la vida no acababa con la
muerte. Calles es el “poderoso político mexicano intocable” que se volvió
humano con necesidades en su alma.
Recientemente presenciamos la muerte del
Presidente de Venezuela Hugo Chávez. Este fue otro de tantos mandatarios del
mundo que no aceptaba cuestionamientos, cohibió la libertad de prensa, ridiculizo
a sus homólogos y emprendió bajo sus reglas una lucha social por su pueblo
siendo él hasta la muerte el protagonista. Pareciera que sus sucesores
políticos desean perpetuar la figura Chavista exhibiendo sus restos
embalsamados en las áreas públicas haciendo del cadáver un patrimonio e hito de
la nación. Enrique Krauze afirma que “la política no debe ser mística porque
envenena, la política es terrenal…”. Alejandro Bermúdez director de ACI prensa
confirmo por una fuente confiable que Chávez murió recibiendo los sacramentos,
sin embargo, varios medios de prensa afirmaron que las últimas palabras del
mandatario fueron; “no me dejen morir, no quiero morir…”. Sin pretender juzgar
a Chávez, ni a Calles, ni algún hombre de este mundo, creo que es una desgracia
y un terror pronunciar estas palabras antes de morir, a excepción de quien pide
clemencia ante sus verdugos en el caso del asesinato. Cuando algunos de nosotros
decíamos “me arrepentiré de mis actos cuando este viejo, a fin de cuentas Dios
me perdonara…”, sonamos como pequeños dictadores que aun teniendo esta vida tan
frágil pretendemos dar ordenes a Dios “a fin de cuentas me perdonara”. En este
acontecimiento, donde un Presidente muere recibiendo los sacramentos pero
también afirma “no me dejen morir, no quiero morir” debe hacernos reflexionar
sobre aquella frase dicha por el Apóstol “sin fe es imposible agradar a Dios”,
un hombre que recibe en el sacramento la gracia pero no se ejercita día con día
en las cuestiones de la fe, será un hombre que simplemente no disfrutara las
virtudes de los sacramentos, porque sin fe es imposible agradar a Dios ó más
bien, sin fe es imposible encontrar la paz que es Dios mismo. Dichosos los
hombres que al morir dan gracias a Dios de haber vivido y se despiden con
alegría de sus semejantes perdonando a sus enemigos, a esa fe debemos aspirar.