Aunque el relato del génesis no es de corte científico, podemos aprender muchas cosas leyendo los símbolos. En los evangelios se señala que “el árbol se conoce por sus frutos”, “el árbol bueno da frutos buenos, el árbol malo da frutos malos”. Curioso caso el del Edén con el árbol “del bien y del mal”, ósea, en su misma raíz se encubo el bien y el mal.
Sobre el pecado en el huerto del Edén, leí una excelente reflexión; “las Escrituras señalan que todo fue hecho por Dios y dijo que era bueno. Había un solo mandamiento; no comer del árbol del bien y del mal. Estando la creación llena de bondad, Adán comió del árbol del bien y del mal, así permitió que entrara el bien pero también el mal. En el corazón de Adán no había lugar para el mal y su corazón se dividió. El ser que Dios creo, perfecto para la bondad dejo de existir para el proyecto original, porque comió del bien pero también del mal…”. Curiosamente, la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, es un evento a la inversa; por la maldad entro el bien. Por la maldad de Israel vino la resurrección de Jesucristo y la gracia.
Sobre el símbolo del árbol del bien y del mal. No es de extrañar que los hombres de hoy ò de cualquier otra generación aboguen por el bien ocasionando el mal. Lo vemos comúnmente en los países que se ostenten de “libertadores” y se entrometen en la vida de los países menos desarrollados, imponiéndoles la “libertad” derrocando Gobiernos ò presionándolos con bloqueos comerciales desatando más pobreza.
Lo anuncian nuestros Gobiernos cuando con buenas intenciones establecen leyes ò impuestos para beneficio, pero corrompen las leyes y prostituyen el erario.
Lo escuchamos de los jóvenes que se creen con el derecho a practicar una sexualidad fuera del matrimonio, como si fuese un entrenamiento deportivo, que los insensibiliza y los convierte en objetos desechables y sustituibles.
Lo escuchamos en del discurso abortista que sostiene: “despenalizar el aborto es un bien, porque es un avance en los derechos de la mujer para combatir el mal causado por el aborto clandestino”. Pero solo se adereza la maldad con frases de “libertad y derecho”, propiciando una pseudo-libertad que es anarquía, reniega de la responsabilidad del acto sexual y es psicópata porque llama “objeto” a un ser humano en gestación, sin importarle el proceso de la vida.
Lo escuchamos de quienes abogan por el derecho animal, que en su fanatismo elevan a las bestias como si fuesen humanos, que mas bien es degradar al humano. De quienes prefieren comer vegetales y se abstienen de comer productos animales alegando que se niegan a la tortura animal, pero cierra sus ojos a la esclavitud laborar y trabajo infantil de los campos agrícolas.
Lo escuchamos en el discurso gay que propone “el derecho de quien adopta”, pero no del adoptado, menospreciando el derecho de todo menor a ser criado bajo la figura paterna y materna. El menor no es una mascota para beneplácito de sus dueños.
Lo escuchamos de quienes desean divorciarse, alegando que “lo mejor es separarnos”, propiciando rupturas para ir tras una fantasía a la que llaman felicidad, siendo lo peor para la estabilidad emocional de sus hijos.
Lo escuchamos de quienes piden la legalización de las drogas, afirmando que “es lo mejor para combatir el mal de la violencia”, siendo que la legalización permitirá el aumento de la drogadicción y no frenara la violencia dejada por el secuestro, la extorsión, el robo, etc.
Lo escuchamos de quienes dicen que “es bueno permitir que los sacerdotes se casen para evitar el mal de la pedofilia”, siendo que es una mentira, pues entre personas casadas también se dan casos de pedofilia, hasta el incesto. En fin, los ejemplos abundan.
Para poder discernir y tomar decisiones acertadas en nuestra vida, hay que ser íntegros, hacer oración, meditar en la sabiduría. Saber separar entre el bien y el mal, jamás existirá “árbol de bondad y egoísmo” que nos beneficie, algo así carece de integridad, no es una totalidad recta y pura, sino que posee elementos nocivos e injustos. Alimentarnos de esa clase de raíces es abrirle la puerta a un bien para que también entre un mal.