En los evangelios se narra la plática entre
Jesús y el joven rico, aquel que no pudo seguirlo porque tenía muchas
posesiones. El centro de la enseñanza es la vida eterna, pero antes de esto, se
presenta una pequeña retorica de Jesús hacia el joven. El texto señala; “Cuando
se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó:
"Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?" Jesús
le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno” (S. Mr. 10:17,18).
Este fragmento es citado también por San Lucas (cap. 18:18,19), es una
enseñanza pequeña e importante: “Solo Dios es bueno”.
La pregunta puede resultar escandalosa:
“¿Por qué me llamas bueno?”. Pareciera que Jesús pone en duda su propia reputación,
¿Quién haría algo así?, ¿Quién cuestionaría un halago?. Es común que los seres
humanos cuestionemos cuando nos señalan lo malo, no lo bueno. Sin embargo, por
los halagos podemos caer en la tentación de “sentirnos más que los demás”, sin
olvidar que la adulación ha sido la herramienta más efectiva de la manipulación.
En algunos textos, Jesús es llamado “rabí” (S. Mr.
10:51 y S. Jn. 20:16), titulo usado para referirse a los grandes maestros,
distinguidos conocedores de la leyes de Moisés. Quizá el joven rico se refirió
a Jesús como bueno por considerarlo “rabí”. Una de las enseñanzas más
representativas de Jesús sobre la humildad es aquella que señala; “En cuanto a
ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un
Maestro y todos ustedes son hermanos” (S. Mt. 23:8). De esta instrucción,
Benedicto XVI expreso; “en Jerusalén, el titulo más alto que un israelita podía
alcanzar era el de maestro de la ley, ya no era discípulo de nadie, con el
cristianismo eso cambio, todos somos discípulos”.
En los evangelios se expresa que la fama de
Jesús se extendió por Jerusalén y mucho más allá, Siria, Galilea, Transjordania
(S. Mt. 4:24), los enfermos eran traídos para ser sanados. La fama es otro
motivo para llamar bueno a Jesús. Tampoco olvidemos la pregunta que realizo a
sus discípulos; “¿Quién dicen ustedes que soy yo?” (S. Mt. 16:15). Esto nos hace
pensar que Jesús es frontal; “¿Por qué me llamas bueno?, ¿Quién dicen ustedes
que soy yo?”. El cuestiona nuestras afirmaciones para saber si conectamos la
boca con la razón, si nuestro juicio posee verdad ò está basado en un prejuicio.
Es muy malo ser guiados por las habladurías del
gentío, etiquetar a las personas sin usar la razón. Los judíos le gritaban a
Jesús un domingo de ramos: “hosanna al hijo de David”, pero otro día
despertaron gritando: “crucifíquenlo por blasfemo”.
Guiarse por etiquetas nos limita, coloca una
venda en nuestros ojos que nos impide encontrarnos con la persona, lo llamamos “malo”
si cree ò piensa tal cosa ò lo llamamos “bueno” porque habla de tal forma. La
etiqueta suele invalidar la razón, nos puede hacer caer en el desquicio como fanáticos.
La enseñanza concreta para concluir esta
reflexión es: “por sus frutos los conocerán”, no por su investidura, tampoco
por lo que digan los demás, ni por su partido, ni su localidad, ni su vestimenta,
ni su credo, ni su raza, sino por sus obras.