Hace algunos días reflexionaba en
el libro del profeta Malaquías, último libro del antiguo testamento. En sus
capítulos hace un reclamo a los israelitas que dejaron de sorprenderse del
adulterio (M. 2:14,15) y se justificaban sintiéndose inocentes, el profeta
exclama; “Vosotros cansáis a Dios con vuestras palabras. Decís; ¿En qué le
cansamos? _ Cuando afirmáis; Dios aprueba al que hace el mal, lo acepta
complacido; o también; ¿Dónde está el Dios justo?” (Malaquías 2:10).
El libro de Malaquías promete la
llegada del mensajero que “preparara el camino delante de Dios” (M. 3:1), este
es San Juan Bautista, curiosamente, el bautista fue decapitado por denunciar el
adulterio del Rey Herodes, pues su esposa, Herodías, fue mujer de hombres
distintos (S. Marcos 6:14 al 29).
Bajo la enseñanza traída por Jesús,
el adulterio no es solo engañar a la esposa. Quien contrae matrimonio por
segunda vez también vive en adulterio (S. Mateo 5:32, S. Lucas 16:18). Contraer
un segundo matrimonio entorpece y pisotea el sacramento de un primer
matrimonio, quebranta la alianza previa y juramento que se dio en el
altar.
Malaquías denunciando el adulterio
de su tiempo anuncio que en atención a los justos: “se escribió en presencia de
Dios un libro en memoria de sus fieles, aquellos que honran su nombre…” (M.
3:16). A pesar de las traducciones, significados y contextos, recordé que la
palabra “memoria” también es usada por Jesús al instaurar la Eucaristía; “hagan
esto en memoria mía”. Quizá el “libro” señalado por Malaquías sea un símbolo
referido a la Eucaristía (no lo sé). Pero bajo la enseñanza los adúlteros no
tendrán parte en ese libro, ni en la Eucaristía. Para poder acceder es
necesario retractarse de aquello que atenta contra los mandamientos de Dios,
confesar el pecado y avanzar.
Ni la Iglesia, ni la biblia reprueban
la separación de los cónyuges cuando estos no pueden vivir un matrimonio pleno.
Dios desea matrimonios que vivan en paz, sin embargo, no se permite que los
separados contraigan matrimonio por segunda ocasión, esa enseñanza es sumamente
clara y firme. La Iglesia reconoce causas para anular el primer matrimonio, por
ejemplo: cuando existió engaño, ausencia de la fe, o fue en contra de la
voluntad de alguno de los dos, etc. Supongo que es difícil recabar evidencia
necesaria para poder anular un matrimonio, pero también, siento que la
modernidad hace que las parejas vean esto como un protocolo, un papéelo y se
aprovechen de este recurso para su comodidad y no para su salvación,
propiciando que la Iglesia caiga en la injusticia de anular algo que no puede,
ni debe ser anulado.
Los bautizados debemos reflexionar
en nuestras obras a la luz de los textos de Malaquías; “Vosotros cansáis a Dios
con vuestras palabras. Decís; ¿En qué le cansamos? _ Cuando afirmáis; Dios aprueba al que hace el
mal, lo acepta complacido…”. A esa generación nos parecemos cuando queremos
justificar la unión libre y el segundo matrimonio, queremos que Dios apruebe el
mal y hasta decimos; “si dos se aman deben estar juntos, Dios es bueno, El es
amor”. Meditemos en Dios, tomemos la cruz sin adulterar sus enseñanzas, guardar
el mandamiento traerá su recompensa en esta vida y en la otra, seamos pacientes
en oración para vencer las tentaciones.