La
frase “no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios…” es usada por Jesús en el desierto, cuando en su ayuno sintió hambre
y refuto los argumentos del demonio. Algunos pensábamos que referirse a la
palabra de Dios como “alimento” era un concepto que solo abarca los textos sagrados,
ó las predicaciones que nos acercan al corazón de Dios. Pero ampliando el
concepto, Cristo es el alimento en su totalidad, es palabra y es pan.
La
frase mencionada por Jesús es una cita del libro del Deuteronomio, cuando los
Israelitas, peregrinos en el desierto, padecen hambre en busca de la tierra
prometida de Canaán. El libro afirma; “Te hizo pasar necesidad, te hizo pasar
hambre, y luego te dio a comer maná que ni tú ni tus padres habían conocido.
Quería enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que todo lo que sale
de la boca de Dios es vida para el hombre” (Deuteronomio 8:3). Cabe señalar que
“el maná” es reconocido por la Iglesia como prefigura de la Eucaristía,
pues fue el alimento designado por Dios para Israel.
Según
la tradición de los judíos, la Tora es la Palabra de Dios, recibida por el
pueblo de Israel de dos formas; revelada de modo oral y escrito. La Tora son
los libros de Moisés, conocidos entre nosotros como “pentateuco”, estos son los
primeros cinco libros de nuestra biblia. Los rabinos reconocen que la Tora es
el Verbo de Dios, para ellos como para nosotros, el Verbo de Dios es la
Palabra.
La Iglesia reconoce que el Verbo encarnado es Jesús. Cristo es la palabra de Dios, aunque nos referimos a la
biblia como "la palabra de Dios" porque habla de Cristo.
La
palabra ó el Verbo de Dios es parte de Dios mismo, así lo expresa el apóstol San
Juan; “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y
la Palabra era Dios. En el principio estaba junto a Dios. Todas las cosas
fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que
existe” (Cap. 1:1-3). Reforzando esta idea, en el libro del Génesis encontramos
que Dios crea por medio de la Palabra; “Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz…”, “Dijo
Dios: «Haya una bóveda en medio de las aguas…”, “Dijo Dios: «Júntense las aguas…”
(G. cap. 1). Dios creó el mundo por medio de su voluntad, Dios expreso y creo,
Dios dio vida por medio del Verbo, la palabra nos dio vida y también nos
resucitara a una vida nueva.
El
Verbo encarnado de Dios, Jesús, es el alimento en su totalidad para la Iglesia,
Cristo es palabra y es pan. En el discurso de Jesús se expone claramente; “Yo
soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero
este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera. Yo
soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y
el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo” (San Juan 6:48-51).
Dios
ha decidido alimentarnos por medio de aquello que sale de su boca, lo que Dios
expresa es vida y su palabra se encarno para darnos vida. Dios nos nutre en
nuestro espíritu por medio de su palabra y nutre nuestro cuerpo por medio de
su palabra encarnada; la Eucaristía. Cristo es la palabra que también es pan y
nos fortalece para llevarnos a la tierra prometida, al culmen de la vida que es
nueva; nuestra resurrección. Es necesario dejar atrás incredulidades, nutrir
nuestros oídos al escuchar y nuestro vientre al masticar el pan eucarístico. Ambos
van de la mano, no uno, ni el otro, sino los dos, pues todo lo que Dios nos da
es para nuestro bien y nada debe ser despreciado.