Aunque el titulo de la reflexión podría asociarse a la
trinidad, en realidad no es el tema a tratar. Sin embargo, vale la pena
compartir una emoción sobre la trinidad antes de entrar al tema; sabemos que
Dios es amor, así lo enseñaron los apóstoles., el amor se manifiesta al
compartirse, el amor no puede ser sin compartir porque el amor no es egoísmo.
Dios comparte la vida con nosotros, comparte su afecto con lo creado, pero ¿Con
quien compartía Dios antes de todo lo creado?, ¿Cómo decir que Dios es amor si
antes de todas las cosas no había creatura que recibiera su amor?. Antes de
toda la creación, Dios también compartía porque Dios era y es amor, El era el
amor que se compartía, antes de todo lo creado, entre tres personas distintas
que eran mismo amor, un mismo Dios.
Dejando atrás el comentario anterior y entrando a la
reflexión de esta semana, titulada; “tres personas distintas y un mismo Dios
verdadero”, por estar inspirada en las maneras en que tres familiares vivimos
la fe y la labor dentro de la Iglesia.
De inicio, podría decir que fuimos una familia “atea de
tradición católica”, pues celebrábamos navidad con los abuelos y semana santa. Mis
padres, en su juventud, estuvieron influenciados por el pensamiento de
izquierda socialista, donde se respira un aire anticlerical, ese sentimiento fue
transmitido a nosotros, los hijos. De niño, mi padre me enseño: “la religión es
el opio del pueblo…”, crecí con la idea de que el credo era una estructura
ideológica basada en supersticiones, una droga que enajenaba al individuo
infundiéndole temor para dominarlo. En la adolescencia, la religión me parecía
una estructura arcaica sin razón. Hoy entiendo que la religión no es el opio,
sino que, el fanatismo es el opio del pueblo. Hay fanatismo religioso, político,
racial e ideológico, que divide a las personas, aniquilando el afecto entre
nosotros.
En la familia, la conversión nos fue alcanzando poco a
poco de distintas formas; primero mi madre, a raíz de la enfermedad de una de
mis hermanas, después yo, tras terminar la Universidad y encontrarme si una
guía para alimentar mi interior, por ultimo mi padre, un Saulo que laceraba con
sus palabras y se encontró libre, en sintonía con el Dios que lo amo.
Los tres somos personas totalmente distintas y participamos
en algún apostolado distinto. Mi madre se ocupa en asuntos de la vela perpetua,
el Sagrario, el templo y la oración. Mi padre se enroló en labores y proyectos
de pastoral social. A mí me gusta la reflexión, la confrontación de ideas en
defensa de la Iglesia. Ninguno compite con el otro, al contrario, creo que sumados
a los demás, complementamos las labores de la Iglesia. Los tres vivimos la
misma religión desde una labor distinta, y estoy seguro que los tres
experimentamos la conversión de distinto modo. De seguro, Dios aprovecho nuestra
necesidad espiritual para manifestarse y proveer lo que cada uno buscaba.
Creo que la Iglesia es como un árbol grande que tiene
muchísimas ramas, y este árbol puede apreciarse de modo distinto en cada
estación del año, ó lucir distinto según la luz del día ó los ojos que lo ven.
No importa qué clase de aves ó creaturas se acerquen a este árbol, siempre
habrá beneficios, ¿Qué criatura no se conforta a la sombra de un árbol ó que
ave se negara hacer nido en las ramas de un árbol?. La Iglesia como el árbol
tiene ramificaciones, muchas vertientes, apostolados donde cada individuo puede
desarrollarse como persona. Si bien, Dios es la raíz y el agua que nutre todo
el árbol, el mismo Dios puede ser vivido de modo distinto por cada ser humano,
así como el agua se disfruta dependiendo la sequedad.
Para terminar, Dios quiere que seamos una réplica de su
hijo Jesús, pero recordemos que también Cristo refleja al Padre y es distinto
que El. Por lo tanto, la trinidad, reconocerá en nosotros esa cualidad; “ser
persona única” y nos comparte la santidad, para vivir con ellos, el infinito
amor que existió desde antes de todo lo creado.