Nos referimos a Dios como un padre para entender
su amor, usando como analogía el trato que un buen padre da a sus hijos. El
cuarto mandamiento señala “honrarás a tu padre y madre”, esto también podemos
entenderlo como una analogía; “honrarás a Dios y la Iglesia”, Dios es padre y
la Iglesia es madre. La palabra “honra” viene del latín “honos”, “honoris” y
describe cualidades como rectitud, respeto, dignidad, decencia., de estas
palabras latinas también se desprende “honesto, honrado, honorable”. Debemos
honrar nuestra Iglesia y atender a su llamado.
Nuestra Iglesia como madre debe corregirnos, un
proverbio dice “el que mezquina la vara odia a su hijo, el que lo ama se esmera
por corregirlo” (proverbios 13:24). Este pasaje se esmera en anunciar que la
reprensión, “la vara”, en este caso “la Palabra de Dios”, no debe ser usada de modo
injusto, sin saña, ni odio., la Iglesia nos ama y usa la palabra para
corregirnos, no para humillarnos. Sin embargo, muchos de nosotros siendo rebeldes
no estamos dispuestos a cambiar, preferimos no profundizar en la enseñanza y
quedarnos ahí, también algunos pastores han preferido no profundizar para que
la predicación no trastorne y no entrar en controversia – es fácil hablar del
amor de Dios, lo difícil es hablar de santidad e infierno - Aquí encuentro algo
que me parece sumamente irónico; sacerdotes con homilías laxas deseando
congregar a más fieles y fieles que dejan la Iglesia para congregarse en sectas
donde hasta les prohíben escuchar música secular ó ir al cine. ¿Esto está
bien?, no, no está bien pero sucede., por esto, creo que los hombres que fungen
como pastores en la Iglesia Católica no deben limitarse cuando anuncian la
enseñanza de Cristo, a fin de cuentas siempre habrá oposición cuando compartimos
la enseñanza de Jesús porque es la Palabra la que se opone al pecado y lo
anuncia para salvar al pecador. Si olvidamos la búsqueda de la santidad estamos
renegando de la paternidad de Dios, El nos llama a ser santos como El es Santo.
Aunque somos pecadores, debemos saber que Dios
nos ama porque decidió amarnos, ninguna de nuestras malas obras podrá negar el
amor que Dios tiene sobre nosotros. El amor de Dios no es como el amor
imperfecto de los seres humanos que aman cuando les retribuyen un bien y dejan
de amar cuando les pagan con un mal. Dios nos ama no por nuestras obras, sino
porque El decidió amar. Dios es amor, un amor que se esmera en corregirnos.
¿Qué nos muestra la Palabra de Dios cuando nos
adentramos a ella?, ¿nos muestra lo pecadores que somos ó lo Santo que es Dios?,
ambas cosas, es indudable que cualquier hombre que ignora la Palabra y se
adentra a ella por primera vez sentirá trastorno ó notara que la exigencia es
muy alta para ser alcanzada desde su condición. He notado que los hombres iniciados
que se encuentran en este dilema optan por dos opciones; ó se esmeran pidiendo
ayuda a Dios ó claudican escudándose en los errores del cristianismo. La
Palabra de Dios nos muestra lo injusto que somos, y esto debemos verlo como un
beneficio y no como un oprobio; imaginémonos en un viaje por carretera donde no
podemos divisar señalamientos para encontrar el destino, ¿Qué viajero estará contento?,
ninguno. La Palabra aunque nos duela debe ser motivo de alegría para corregir
la ruta y llegar a nuestro destino., solo pensemos, si el cielo se alegra cuando
un pecador se arrepiente, ¿por qué no sentir alegría cuando alguien nos
instruye haciéndonos ver nuestro pecado?, ¿acaso no somos los más beneficiados
cuando reconocemos nuestro error y nos esmeramos por corregirlo?, ¡sí!, lo
somos.
Termino citando el proverbio; “No desprecies,
hijo mío, la corrección del Señor, ni te disgustes cuando él te reprende, porque
el Señor reprende a los que ama como un padre a su hijo muy querido” (cap. 3,
v. 11, 12). No limitemos la verdad de la Palabra divina, hablar con Verdad es
amar, escuchemos.