domingo, 18 de febrero de 2018

La religión exterior


Recientemente celebramos miércoles de ceniza y como cada año volví a escuchar la frase “tomar ceniza no vale si haces malas obras”, aunque creo que, porque hago malas obras debo ir a tomar ceniza. Es verdad que el signo religioso exterior debe llevarse viviendo una espiritualidad en el interior, pero entiendo que si olvido lo interior el signo exterior estará visiblemente recordándome la decisión que he tomado. El signo exterior llama a otros, ¿Qué piensa la gente cuando me ven portando ceniza en la frente?, quizá piensan “es un católico devoto”, ¿pero la ceniza en mi frente no les recuerda a Dios?, claro que sí.  
Desde que tengo memoria recuerdo a la gente decir “no vale tomar ceniza si te portas mal”, “no vale hacer ayuno si te portas mal”, “no vale vestirse de negro si no portas el luto en lo interior”, “no vale la pena hacer penitencia si te sigues portando mal”, así sucesivamente hasta llegar al clásico dicho “no vale ir a misa si te portas mal”. A lo largo de los años he visto como la religiosidad exterior ha pasado a un segundo término quedando sub valuada, pareciera que todos vamos en dirección a una religión interior, que no se ve, y que los signos externos de la religión valen solo cuando somos buenos y no cuando somos malos. Vuelvo a responder con un pensamiento que contrasta, no tomo ceniza porque me porto bien sino porque me porto mal necesito tomar ceniza, y si me vuelvo a portar mal, ya habrá aquel que me lo recuerde: “tú que tomas ceniza, ¿porque te portas así?”. Entonces, los signos externos, ya sea la ceniza, el crucifijo, la cruz de palma en domingo de ramos, u otros, sirven como testimonio para recordarnos la conversión.
Hay un caso en el evangelio donde un leproso es sanado por Jesús, tras la curación, el texto señala; “Él le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio” (S. Lucas 5:14). Lo importante aquí es “para que les sirva de testimonio”, a mi ver, la ofrenda no era necesaria para la curación, la ofrenda visible era necesaria para testificarla, esta palabra “testificar” es la virtud que tiene en sí misma la religión exterior, mostrarlo, hacerlo público, evidenciarlo a los demás. En este contexto, las leyes judías están llenas de signos externos, desde la kipa, el talit, las velas de la menorá y el tefilin (solicitado en Deuteronomio 6:8), hasta la abstención de comer carne de cerdo, son elementos que le recuerdan al judío que es judío y no es otra cosa sino eso, un judío. Ningún judío se hace bueno por portar la kipa en la cabeza (un gorrito usado por los hombres) pero ese signo les recuerda que su grandeza llega hasta donde llega el gorrito, de ahí en adelante toda la grandeza es de Dios. Con la ceniza usada por nosotros los católicos pasa algo similar, no la portamos porque somos buenos ó malos, sino porque nos recuerda que del polvo fuimos sacados y al polvo iremos.
Los católicos tenemos al igual que los judíos muchos elementos visibles que nos recuerdan nuestra fe, nos recuerda que somos eso; católicos y no otra cosa. Es necesario y primordial vivir la espiritualidad interior, la desgracia de los tiempos es que cada vez tenemos menos signos visibles que nos lo recuerden, y por estas ausencias, llegamos a creer que toda religión es igual cuando no es así.