Hace algunas semanas acudí al cine
para ver la película del Apóstol San Pablo. En ella existen elementos que me
hicieron reflexionar sobre la vida de los primeros cristianas, hasta ese entonces,
limitados en la cátedra por no tener los textos del Nuevo Testamento.
En la película hay escenas sobre el
martirio cristiano en el circo romano, más allá del don de la fe y el Espíritu,
me parece interesante considerar si la superstición y el fanatismo cristiano
influyó de modo positivo en estos primeros discípulos para no abandonar su fe.
Pienso que sí, más allá del testimonio de los apóstoles y discípulos, no había
muchos elementos para reflexionar entorno a la vida de Jesús. En una sociedad
antigua de siglo primero, incapaz de entender los propios fenómenos naturales,
la construcción de mitos y leyendas era algo natural. Es entendible que los
primeros cristianos percibieran el mundo y su fe desde esta realidad.
Cabe señalar, que el culto de las
procesiones católicas a los santos tuvo su origen en el martirio de los
cristianos. En Roma era costumbre sacar en hombros a los vencedores y pasearlos
por la ciudad, mientras, cristianos sacaban en hombros los cadáveres de los mártires
celebrando su fidelidad a Cristo. Esto se volvió una tradición. Año con año las
primeras comunidades recorrían la ciudad utilizando prendas de mártires para recordar
a los caídos.
Esta valentía de la ignorancia de
los primeros cristianos; entre fe, superstición y fanatismo, es admirable. Me
hace pensar en aquellos creyentes que no poseen grandes conocimientos de
religión, pero de alguna forma, tienen una fe arraigada por el don del Espíritu
Santo, acorazada de modo positivo por el fanatismo y la superstición, volviéndolos
inamovibles en la religiosidad popular. Esto es bueno porque el pueblo no
pierde su identidad católica, pero es mejor si con estas limitaciones
perseveran en la caridad y la purificación de sus faltas. ¿Y es que acaso los apóstoles
no tuvieron que lidiar con algo similar siendo pastores de la Iglesia?. Claro que
si, por supuesto que sí, por algo escribieron cartas y celebraron Concilios
para purificar la fe del pueblo y encausarla en la enseñanza de Jesús. Y es que
existieron también discrepancias como hoy, entre quienes tenían costumbres
religiosas -no obligatorias- y los que no las tenían. San Pablo escribió; “El
que come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come,
porque Dios lo ha aceptado. ¿Quién eres tú para juzgar al criado de otro? Para
su propio amo está en pie o cae, y en pie se mantendrá, porque poderoso es el Señor
para sostenerlo en pie. Uno juzga que un día es superior a otro, otro juzga
iguales todos los días. Cada cual esté plenamente convencido según su propio
sentir. El que guarda cierto día, para el Señor lo guarda; y el que come, para
el Señor come, pues da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se
abstiene, y da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y
ninguno muere para sí mismo; pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si
morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos,
del Señor somos” (Romanos 14:3-8).
Como conclusión, habrá expresiones
de la religiosidad popular que nos parezcan fanáticas y supersticiosas, aun así,
los mas formados deberíamos considerar si Dios es capaz de utilizar como
herramienta el fanatismo y la superstición para permanecer de algún modo entre
su pueblo. Dios no tiene limitantes. Si es así ó no lo es, del Señor somos. Vivamos
la hermandad, la caridad y la paz porque en esto no hay error.